Capítulo 12.

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María José.

Hay momentos para los que jamás estarás preparado, el cáncer fue uno de ellos y verla, fue otro.

- Hola. -corrió para abrazarme y me hizo dar un paso hacia atrás, mi catéter no está listo para eso aún.

- Hola. -giró para ver el bastón pegado a mi escritorio y luego vio el parche que traía en el pecho.

- ¿Estás bien? – preguntó, se escuchaba preocupada o eso parecía.

- Lo estoy. ¿Qué quieres?

Tenerla ahí, justo frente a mí, me hizo recordar aquellos buenos momentos, aquellas noches de sexo, su sonrisa, su voz, su aroma, incluso su sabor.

- Quería saludarte, ¿es qué acaso no puedo?

- Alejandra, no quiero discutir, no tengo las fuerzas para hacerlo. Dime a qué vienes.

- Lamento todo lo que ocurrió, pero todo este tiempo, no he podido sacarte de la cabeza, estoy tan liada.

- ¿Liada? ¿Y por eso me botaste? ¿Por eso corriste por un hombre?

- Espera, no te adelantes, mi fami... -

- ¿Tu familia qué? – la interrumpí. – Por favor Alejandra, ya eres adulta, puedes elegir y tomar tus propias decisiones. -grite.

Comencé a toser y Victoria cruzó la puerta sin tocar.

- ¿Estás bien? – preguntó.

- Gracias, sólo necesito agua. -dije con voz baja.

- Ya entiendo, ¿te liaste con ella?, ¿y me estás reclamando?, por favor.

- ¿Yo qué? – preguntó Victoria.

- Vamos Alejandra, entre tú y yo, hay una diferencia tremenda, yo te amaba. -dije viéndola a los ojos. – Y estaba dispuesta a dar todo lo que fuera por nosotras, por nuestra relación, pero no más, no te quiero en mi vida, no si vas a dañarme y acabar con lo que resta de mí, como ya lo hiciste una vez.

- ¿Y ella quien es? – preguntó Alejandra.

- Ella es Victoria, por favor, no tengo porque darte explicaciones. -tosí de nuevo y Victoria se acercó con un vaso de agua.

- ¿Quieres que te deje sola? – me preguntó.

- No, no te preocupes, Alejandra ya se va, ¿verdad? -bebí un sorbo de agua.

- No, de hecho no, vine hasta aquí, porque quiero aclarar las cosas, no me iré sin que me escuches. -dio un paso hacía mí.

- No quiero escucharte. Por favor, ¿no lo entiendes?

Comencé a toser, me debilite y no recuerdo más.

Irena.

Recibí una llamada y una hora después estaba ahí, sus plaquetas y defensas, estaban por el suelo, se ve muy pálida, le pusimos sueros y le inyecté algunas medicinas, que podrían ayudarla. Cuando su pulso cardíaco volvió a la normalidad, salí para tomar el aire y encontrarme con Jesús.

- Hola, ¿cómo está?

- Hola Jesús, no lo sé, es fuerte, pero creo que aun no entiende que es lo que le pasa.

- Vamos adentro, quiero verla.

Cruzamos la entrada principal y se luego se nos unió Susana, a quién no soporto, por alguna razón; entramos a la habitación, ella de seguro estaba muy sedada, su rostro se ve tan tierno ahora mismo.

Una última vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora