capítulo 29.

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LOS MISTERIOS DE LOLA.

CAPÍTULO 29.

LÁGRIMAS DE SANGRE.

Hacíamos todo por continuar, pero cada día era más difícil. Mi familia era un apoyo constante, sobre todo Ilse, Leila y Felipe que también estaban pendiente de ayudarnos. Mis tíos llegaron a casa, pero simplemente los ignoré, ellos trataron de pedirme disculpas, pero no quería ni verlos. Mis papás trataban de mencionar el tema, pero estaba llena de dolor, por ellos perdí a mi niño y por eso jamás iba a perdonarlos.

Llevábamos un mes infernal, lleno de tanta desolación, no había rastro de mi pequeño, era como si la tierra se lo hubiese tragado. Dejé de ir a la universidad, salía a buscarlo, buscamos en toda la ciudad, pero nada. Mi corazón me decía que Carla tenía algo que ver, muchas veces me dijo que yo iba a derramar  lágrimas de sangre y eso es lo que había  estado haciendo.

Varias veces la seguí a ver si algo podía encontrar, pero no había nada extraño. Al parecer salía con alguien, su vida era igual, de la  universidad a la casa y así, nada sospechoso. Tal vez eran ideas mías por sus amenazas, por eso sentía esa corazonada, además en este tiempo no volvió a molestar y cuando nos encontrábamos por casualidad nos ignoraba.

Trataba de ser fuerte, pero eso era demasiado, lloraba día y noche lágrimas de sangre, nada podía darme consuelo. Juanse trataba de ser fuerte por mí, tenía días en los que se derrumbaba, pero yo estaba ahí  para apoyarlo.  Pasábamos por la estación de policía todos los días, pero nada, ni rastros otra vez llegábamos a casa con las manos vacías.

Llegamos a mi casa, Juanse se quedó hablando con mis padres en la sala, yo subí a mi habitación y me encerré  en el baño. Entré a la ducha con ropa y todo, me desmoroné, lloré, la desesperación me mataba lentamente, mis lágrimas empezaron a  mezclarse con el agua. Me deslicé  por la pared y abracé mis rodillas,  repetía en silencio; no puedo más, no aguanto, no quiero la vida así, sin mi niño no hay vida, no quiero nada. Traté de mantenerme en pie, pero cada día se hacía más largo y doloroso.

Manuel ayúdame donde quieras que estés, necesito encontrar a mi niño, es lo único que tengo de ti ¿Dónde está? ¿Quién tiene el alma tan negra para arrancarlo de mis brazos? No soy tan fuerte como tú decías.

¡Aaaaaaaaa!! —Grité—, Dios ¿Dime por qué? ¿Qué hice tan mal para merecer esto? Es mi niño, un inocente que no tiene culpa alguna, te doy mi vida a cambio de la de mi hijo, no puedo más.

El dolor se apoderaba de mí, me cruzaba entre el pecho y la espalda, no me dejaba respirar, no quería vivir así. Mis manos empezaron a temblar, sentía que me faltaba el aire, todo empezó a darme vueltas.


—Esto parece una película de terror —Comentó papá.

—¿Dónde estará mi nieto, cómo estará? —inquirió mamá.

—Esto es demasiado, Lola trata de ser fuerte, pero el dolor la consume lentamente —comentó Juanse.

—Pobre de mi hermana, esto es demasiado, subiré a ver cómo está.

Leila subió y empezó a tocar.

—¿Lola, estás en la ducha? Hermana.

Al no recibir respuesta bajó corriendo y empezó a gritar.

—¿Qué pasó? —preguntó Juanse preocupado.

—Mi hermana no abre la puerta —respondió.

Subieron corriendo y empezaron a tocar, pero nadie abría, Juanse  tiró la puerta y ahí estaba yo inconsciente. Corrió y me tomó en brazos, mi cuerpo estaba frío, me dejó  sobre la cama y me quitó  la ropa mojada, mis padres llamaron al doctor.

© LOS MISTERIOS DE LOLA. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora