capítulo 11.

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LOS MISTERIOS DE LOLA.

CAPÍTULO 11.

SONRISAS FINGIDAS.

Eran las 5:30 am cuando tocaron  la puerta.

—Juanse ¿cómo estás, pasa?  —abrió mi hermana.

—Hola Leila que pena llegar a estas horas de la mañana, pero no puedo esperar más.

—No te preocupes, traes una cara, ¿No pudiste dormir verdad?

— No, ni un minuto, sé que Lola está aquí, que no quiere hablar conmigo, me estoy muriendo.

—Ven te invito un café. Sí, ella llegó en la tarde, me dijo que se quedaría aquí. Sabes lo orgullosa que es, pero tenía la misma cara de tristeza que tú.

—Yo la amo, no me gusta que estemos disgustados más cuando falta tan poco para poder convertirla en mi esposa.

—Eso lo sé, ella también te ama, pero tú mejor que nadie sabes cómo es de orgullosa, un poco caprichosa. Ve, está en la habitación de arriba.

—¿Y si no quiere hablarme? —preguntó preocupado.

—Ya debe estar más tranquila.

—Gracias.

Sentí que alguien acarició mi rostro con tanta delicadeza. Pensé que era un sueño, lentamente abrí los ojos. Al lado de mi almohada había un ramo de rosas rojas, él estaba ahí,  mirándome con sus ojitos tristes. Por su cara supe que al igual que yo, no pudo conciliar el sueño.

—Buenos días mi bonita —Me saludó. 

Me senté del otro lado de la cama, dándole la espalda.

—¿No tienes parcial hoy? —inquirí.

—Sí, a las ocho, pero eso no importa, me estoy muriendo. Necesito hablarte por favor.

Caminó hacia mí, se inclinó poniendo sus manos en mis manos, una lágrima rodó por su mejilla. Bajé la mirada, mis ojos se cristalizaron, él puso su dedo índice en mi mentón levantando mi rostro.

»Me duele estar así contigo, esto me mata. Sabes que te amo, soy un estúpido, te pido perdón. Sé que no debí hablarte de esa manera, me equivoqué, ustedes son mi vida y lo sabes. Nunca haría nada para que mi hijo y tú salieran lastimados, menos hablar de nuestras cosas con ella.

— No tienes que decirlo, eso lo sé. Me pasé con ese comentario, te pido disculpas. Solo me dejé llevar por un momento de calentura. Sé quién eres, sólo no medí mis palabras.

—Mi bonita, yo también fallé, no debí hablarte de esa manera.

Puse mis manos en su rostro, rozando su nariz con la mía.

—Te amo, no me gusta discutir contigo, me duele.

Me abrazó, me dió un beso dulce, mezclado con lágrimas. Me besó como si llevara tiempo sin hacerlo, lo abracé, me cargó.

—La falla la tuve yo, por no hablarte de Carla antes, pero te juro que entre nosotros solo hay una amistad.

—Olvidémoslo, solo fue producto de mi imaginación. Me dejé llevar, tema solucionado.

Traté de disimular, para que él estuviera tranquilo, eso fingiría yo. Obviamente no bajaría la guardia, si esa mujer quería guerra eso iba a tener. No le daría el gusto de vernos mal, mucho menos le dejaría el camino libre.

—¿Segura mi vida? —volvió a preguntar.

—Solo sentí que alguien más se robaría mi tiempo, tú me tienes mal acostumbrada, solo has sido para mí —respondí con una pequeña sonrisa.

© LOS MISTERIOS DE LOLA. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora