capítulo 31.

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LOS MISTERIOS DE LOLA.

CAPÍTULO 31.

EL PRINCIPIO DEL FIN.

Conocía demasiado bien a Juanse para saber que esa llamada lo puso mal,  algo pasaba y mi corazón no mentía, tenía que seguir mi corazonada. En ese momento sentí algo que se movió en mi vientre, me quedé pasmada, salí directo al baño.

Bajé las manos y acaricié  mi vientre. ¿Sería que Ilse tenía razón, sería que estaba embarazada? Otra vez algo se movió dentro de mí. Esa sensación ya la había sentido antes cuando llegó mi rayo de luz. ¿Sería otra luz que llegaría para darme fuerzas? Ay no, al parecer me había dejado contagiar de las bobadas de Ilse.

Empecé a hacer cuentas de cuándo fue la última vez de mi periodo. Recordé que fue hace tres meses. Si en realidad  estaba embarazada tendría tres meses, ¡Ay no! Era mi imaginación, sacudí la cabeza y  regresé a la sala.

—¿Te sientes bien? —preguntó Ilse.

—Sí ¿por qué la pregunta? —la miré.

—Saliste corriendo para el baño —me miró fijamente.

—¿Me vigilas? —me crucé de brazos.

—No seas payasa, anda salgamos de dudas —Hizo un puchero.

—Sigues con lo mismo, está bien, pero aquí en mi casa no.

—Vale —Sonrió.

Me despedí de mis padres y subimos al coche. Me detuve y noté que Juanse salía de su casa, tenía la misma cara de angustia ¿qué pasaría?

—Ese es Juanse, no se supone que tenía que ir a la universidad —pregunté en voz alta.

—Seguro tenía que recoger algo, no me digas que estás  desconfiando ¿son celos? —se cruzó de brazos.

—No tontita, algo me oculta, estoy segura —Murmuré.

—¿Será, pero qué? —inquirió.

—Después de esa llamada, luego me dijo que me amaba, que no lo olvidara.

—Amiga creo estás un poco paranoica —soltó una risita.

—Lo veremos. Sigámoslo.

—Pero la loca soy yo —rodó los ojos.

—Algo se me tenía que pegar —solté una risita. 

—Yupi, una persecución —Soltó una carcajada, ya la conocen como era.

Lo seguí, pero con mucho cuidado, a una  distancia prudente,  no podía dejar que se diera cuenta. Dio varias vueltas y luego llegó al centro. No entendía qué hacía ahí, detuve el auto y observé.

—¿Qué hace ahí? —preguntó Ilse.

—Ni idea —respondí.

—Es como si esperara a alguien —susurró Ilse.

Luego llegó un tipo raro y Juanse se fue con él. Sabía que algo pasaba, tenía un mal presentimiento, deseaba que no fuera lo que imaginaba. Empecé a conducir tratando de no perder de vista el coche, pero conservando mi distancia.

Dejamos  la carretera principal y  tomamos una carretera destapada, dos horas no demoramos hasta el lugar donde el coche de ellos se detuvo. Habían unos hombres esperando, la puerta del auto se abrió, bajaron dos hombres y con ellos Juanse que tenía una capucha. ¿Qué rayos pasaba?

—¡Lola secuestraron a Juanse! —Exclamó Ilse aterrada—, mira, debemos llamar la policía.

—Algo pasa, no es un secuestro —susurré.

© LOS MISTERIOS DE LOLA. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora