capítulo 32.

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LOS MISTERIOS DE LOLA.

CAPÍTULO 32.

LA FUERZA DEL AMOR.

Juanse cerró los ojos y se desplomó delante de las dos, grité con todas mis fuerzas, sentí morir.

—¡Lo mataste, lo mataste! ¡Aaaaaaah! ¡Rayos, cariño, cariño!

Ella empezó a frotarse la cabeza desesperada, empezó a llorar y repetía;

—No, no, no, no, él no se puede morir.

Caminó como desorientada y luego se dejó caer al piso llorando.  Corrí hacia él, estaba saliendo mucha sangre, sentí terror, pero tenía que ser fuerte. Las manos me temblaban, las puse sobre su abdomen ejerciendo presión, empecé a llorar desesperada.

—¡Aaaaaaah! ¡Aaaaaaah! ¡No me dejes, no puedes dejarme, rayos, Dios no me lo quites, otra vez no ¡Por favor!

Sentía que su pulso era muy débil, rompí mi blusa y la puse en su herida tratando de parar la hemorragia. Estábamos perdidos lejos de la carretera, no teníamos salida. Carla se acercó y me empujó. Puso sus manos temblorosas sobre él.

—Mi vida tú no me puedes dejar, te amo, lo entiendes, levántate, nos tenemos que ir, vamos cariño, nos casaremos ¿recuerdas?

Decía cosas incoherentes, sin razón, me puse furiosa y la empujé, no dejé que lo tocara. La arrastré del cabello y la abofeteé una y otra vez hasta que me ardieron las manos.

—¡Maldita, es tu culpa, lo mataste por tu maldito amor enfermizo, esto fue lo que causaste por tu maldita obsesión! —Le grité.

—No, no, yo no quería, él no puede morir, es mi amor —gritó llorando.

—¡Te mataré!

Seguí golpeándola hasta que el tipo se levantó y me retiró, me incorporé y corrí otra vez hacia Juanse. Seguía haciendo presión, su pulso era débil, la hemorragia no paraba.

El tipo le decía a Carla que se fueran, que el tipo estaba muerto, que la policía llegaría. Ella gritaba como loca, que él no podía morir, que ella se iría con él, decía  cosas sin sentido. Él tipo se la llevó casi arrastras y yo quedé sola en medio de la noche, lejos de todo y lo peor, el amor de mi vida se estaba muriendo frente a mis ojos y yo no podía hacer nada. No sabía qué hacer, la desesperación me estaba matando. La historia se repetía otra vez. Empecé a acariciar su rostro.

—¡Despierta cariño! No me dejes sola, no puedes dejarnos.

Empecé a llorar, estaba desesperada, cuando sentí unas manos en mis hombros.

—¿Pero qué pasó? mira estás sangrando.

Me llegó el alma al cuerpo, él podría ayudarme, no sabía cómo había llegado, lo único importante era que había llegado.

Lo abracé.

—Felipe, que bueno que estas aquí, yo no importo, ayúdame, se me muere, no dejes que se muera por favor —supliqué aterrada. 

—Tranquila todo estará bien, la policía no tardará en llegar —Miró a Juanse—, Juanse está perdiendo mucha sangre.

Me dijo que siguiera haciendo presión, él lo levantó en brazos y salimos de aquel lugar. Luego de unos minutos llegamos a la carretera, él estaba cada vez más débil y pálido. Quería ser positiva y no pensar nada malo.

Llegó la policía, Felipe le indicó dónde estaba la cabaña, le dijo que teníamos un herido de gravedad que no podía esperar. Le ayudé a subirlo al auto, yo lo abracé fuerte mientras él conducía lo más rápido que podía. Por un momento retomó la consciencia y apretó mi mano, no podía contener las lágrimas.

© LOS MISTERIOS DE LOLA. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora