CAPITULO I

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El 24 de febrero murió mi padre. No. El 24 de febrero murió mi viejo. No,no. El 24 de febrero murió mi papá. No, no, no. Padre. Viejo. Papá. ¿Progenitor? ¿Cómo tengo que llamarlo? Si digo padre me siento ridículo, nunca lo llamé así, es demasiado formal. Si digo viejo me siento mal, como si le faltara el respeto. Si digo papá me siento un nene de cinco años y me lleno de tristeza. Tampoco puedo llamarlo por su nombre, Raúl, es un nombre que nunca usé mientras vivió, porque cuando era chico él siempre fue papá, papi, papucho y cuando fui más grande cambié por el irrespetuoso "viejo". "Che viejo, pasame la sal" o "no viejo, no quiero que me acompañes" o "mi viejo es un hincha..." o " mi viejo no quiere prestarme el auto". Pero confieso que en la intimidad nunca dejó de ser "papá", cuando estábamos solos siempre fue "papá".

Leo lo que acabo de escribir y me doy cuenta de que recuerdo más las discusiones, los momentos en que peleamos, todas las veces que no le hice caso, lo mucho que quise sacármelo de encima, independizarme, cómo hablé mal de él frente a otros y cuánto me quejé por tener que soportarlo... no vienen a mi mente los momentos buenos. Estoy seguro de que los momentos buenos fueron más. No tengo la menor duda. Nos llevábamos muy bien y fue un gran padre. Pero será que cuando alguien se muere, uno se arrepiente de esas discusiones, esas pequeñas peleas, esas quejas que tuvo, aunque hayan sido pocas.

El 24 de febrero murió mi padre. El 24 de febrero murió mi viejo. El 24 de febrero murió mi papá.

En la Línea RectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora