CAPÍTULO XXII

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Cuando desperté un grupo de personas me rodeaban observándome con curiosidad. Supongo que no todos los días se ve a una Pantera Rosa desmayada en pleno centro. Alguien me aconsejo ir a un hospital, pero me negué rotundamente. Tomé un vaso de agua que me habían acercado y excuse el desmayo mencionado el trae y el calor."Seguro que esta drogado", oí que decía una señora mientras me iba.

Cuando quise volver con mis compañeros de trabajo descubrí que el "trencito de la alegría" ya se había ido. Creo que pensaron que me había escapado y no me esperaron. Conclusión: otro día que lo cobraría. Así que me quede sólo y con el traje. En un kiosco compre un alfajor y una gaseosa, me pareció que comer algo dulce era lo más sensato después de un desmayo. Caminando sin sentido mi destino, note que estaba cerca del colegio de mi hermano y me pareció buena idea pasar a visitarlo. Al llegar me di cuenta de un pequeño detalle: tenía puesto el traje y el sin no sabía nada de mi trabajo. Entonces vi que Diego, mi hermano, salía justo del colegio acompañado por otros dos chicos. Pensé en esconderme pero ¿para qué? Con ponerme la cabeza de mi traje bastaba. Me quede parado mirándolos y ellos siguieron caminando sin prestarme la menor atención. Los seguí a una distancia prudencial, no se bien por que, me daba curiosidad saber como era mi hermanito cuando yo no estaba delante, de que hablaba. Diego y su dos amigos caminaban haciendo chistes y riéndose entre ellos cuando se cruzaron con otro chico de la misma edad. El chico dijo algo, no llegue a escuchar bien qué, y de la nada, o al menos sin que yo lo esperara, Diego le pegó una terrible patada en la pierna. No podía creer lo que veía. Sentí que una bronca profunda me invadía. ¿Cómo podía mi hermano actuar así? ¿Cómo podía haberse vuelto uno de esos estúpidos abusivos a los que siempre odie? Esos qué todo el tiempo están dispuestos a pegarle al primero que pase por delante. Sin pensarlo dos veces corrí hacia ellos, tome a mi hermano por los hombros y comencé a sacudirlo con fuerza. Diego me miraba pálido y asustado, a punto de llorar. Para el y sus amigos situación debía ser bastante rara: ser atacado por un hombre disfrazado de la Pantera Rosa iracundo y violento. Algo tenía que hacer y lo único que se me ocurrió fue acercar la cara de mi hermano a la mía (o sea a mi cabeza de Pantera Rosa) y decir: 
-El Kung Fu tiene que usarse para defenderse, nunca para atacar

Después salí corriendo.

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