CAPÍTULO XIX

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De martes a domingo (los lunes es mi día libre) recorro la cuidad disfrazado de la Pantera Rosa. Como Superman, Batman y todos los demás superhéroes, tengo dos personalidades: de mañana soy Damián, un joven estudiante que odia la música, y por las tardes me convierto en la Pantera Rosa del trencito de la alegría, paladín del entretenimiento barato. Como todo superhéroe, debo cuidar que mis dos vidas no se crucen; que mi familia, amigos y compañeros de colegio, nunca descubran mi otra personalidad. No tengo baticueva como Batman, pero sí una caja oculta debajo de mi cama donde guardó mi traje. No me cambió, como Superman, en las cabinas de teléfono: para eso usó el baño de un supermercado. ¿Superpoderes? No muchos. Quizás algún paso de baile especial y grandes dosis de paciencia con los niños que insisten en pegarme. Sudar y oler a pestes cuando me sacó el traje no cuenta. Y así como existe la Liga de la Justicia con su Palacio de la Justicia los muñecos del trencito de la alegría nos juntamos todos los días en la misma mesa de un pequeño y sucio bar del centro.

"Trencito de la Alegría" ¡De la alegría! Pocas cosas se me ocurren más deprementes que mis compañeros y yo. Sin embargo, no la paso mal. En serio. Me permite distraerme, pensar en otra cosa. Las tardes de sol son las mejores. Me encanta cuando pasamos por una calle con muchos árboles y las hojas pegan contra la ventana de nuestro colectivo (o trencito, como prefieran). Cuando llueve no trabajamos, nos metemos en el bar a esperar que pase y, si la lluvia pinta para largo, nos mandan a nuestras casa y ese día no lo pagan. Otra ventaja es que trabajo con un enano. No hay muchas oportunidades en la vida de tener un amigo enano y yo tengo uno. Se llama Claudio y es un tipazo. Papá Pitufo. Ese es su disfraz. A veces tenemos que salir a caminar para repartir volantes e intentar que los padres y sus niños nos visiten. No me molesta. Camino por entré la gente, en pleno centro. Nadie me ve. Sólo los niños levantan sus manitos saludándome y yo al pasar les revuelvo el pelo. Sonrío a todos, aunque nadie lo note. Sólo soy la Pantera Rosa repartiendo volantes. Nada más.

En la Línea RectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora