CAPÍTULO XXXV

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Le vendí todos mis paquetes de comida al supermercadito coreano que haya a ala vuelta de mi casa. Por supuesto me estafaron, tuve que vender a un precio mucho más bajo que el que había comprado. Pero luego de hablar con mi madre y saber que no nos íbamos a morir de hambre como yo pensaba, me sentía u. Estúpido casa ves que veía mi ropero lleno de arroz, fideos y latas de conservas. Con la plata que recuperé de mi pésima inversión todavía no se bien qué voy a hacer, por ahora la guardo. También decidí renunciar a mi pues ir. El te cito de la alegría. A la primera que se lo conté fue a Laura y creo que se puso triste. En seguida le aclaré que me gustaría seguir viéndola y la invite a la fiesta que va dar mi madre el sábado. Me dijo que iba a venir. Vamos a ver qué pasa. Los demás compañeros también se pusieron un poco tristes, creo que se habían encariñado conmigo. Fuimos todos juntos al bar por última vez como despedida. Claudio, mi amigo enano, no paró de hacer chistes e inventar frases ígnea usos al punto que creí que me iba a desmayar de risa. Chucky se portó bastante bien, aunque hubo que soportarlo contando sus increíbles anécdotas de levante, donde él siempre es un ganador y las mujeres mueren por estar a su lado. De regalo de despedida, entre todos me compraron el último disco de Los Leales, un grupo de cumbia, a ver di aprendo "lo que es la buena música". Cuando devolví mi raje de Pantera Rosa no pude evitar ponerme un poquito triste. A pesar de ser un trabajo muy difícil, creo que en algún lugar lo disfruté, o al menos disfruté conocer a esas personas, que nunca hubiera conocidos en otras circunstancias. No puedo explicarlo bien, pero sé que en ese trabajo aprendí algo más que repartir volantes y soportar a los chicos. Algo importante.

En la Línea RectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora