CAPÍTULO XVI

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Soñé que caía sin parar por una especie de pozo eterno y estiraba mis brazos intentando sujetarme de algo pero no podía porque mis manos eran de arena, dedos de arena, uñas de arena; se deshacían cada vez que tocaba algo. Al principio me desesperaba, pero después me iba acostumbrado hasta que se volvía una sensación placentera estar siempre cayendo, casi como volar a ser una nube. Y después pensé que quizás nos estaba cayendo sino ascendiendo, ascendiendo sin parar como una flecha directo al cielo. ¿Cómo saberlo?¿Cómo distinguir el arriba y el abajo? Luego me desperté.

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