Es domingo y hace un par de días que mi madre apenas sale de la cama. Sólo para ponerla en movimiento, le pido que me acompañe al almacén, así compramos leche, que no tenemos. Al principio no hiere pero después acepta. Salimos, caminamos hasta el almacén entramos. Hay un par de clientes comprando, esperamos nuestro turno. Cuando creemos que nos toca, mi madre se acerca al mostrador, pero en el momento en que está por hacer el pedido, el hombre que atiende la detiene.
-Disculpe señora -dice-, el chico estaba antes que usted.
El almacenero señala a la izquierda. Miramos. Hay un chico de doce años parado. Es el chico que mi madre asegura que la persigue. Tiene una campera de jean, el pelo revuelto y la expresión de toda persona de doce años. Noto como crece el nerviosismo en mi madre. La veo pestañear varias veces, frotarse las manos, mover la boca como sí fuera a hablar pero sin decir nada. Previniendo la catástrofe, le propongo que volvamos más tarde. No me escucha. Sólo mira al chico con los ojos bien abiertos.
-Sé lo que estas haciendo...-le dice.
-¿Disculpe?-responde el chico.
-Mamá, por favor...-trato de intervenir.
-Yo sé lo que estas haciendo...-insiste mi madre.
-No entiendo- dice el chico-. Le juro que no me colé, pero compre usted primero si quiere...
-No te hagas el tarado- la voz de mi madre suena cada vez más fuerte.
-¡Basta mamá!-digo yo.
El chico aparte la mirada de mi madre. Me parece que el pobre tiene miedo. Trata de comprar para irse lo más rápido posible.
-Siempre estás delante de mí, ¿no?- vuelve al ataque mi madre-.Siempre adelante. ¡Qué casualidad! ¡Pero mirá vos, qué casualidad!
-Señora... no se de que me esta hablando...
-¡Me estas persiguiendo! ¡De eso te estoy hablando! ¿Creés que no me di cuenta?
-Mamá, por favor, por lo que más quieras...
Entonces, el Apocalipsis: mi madre le da al chico un terrible sopapo. Y todo estalla. Intento tomarla del brazo, pero se suelta y al hacerlo tira al piso una mesa de quesos y fiambres. Una horma rueda por el piso. El almacenero grita enojado. Mi madre grita más fuerte El chico llora y repite una y otra vez que él no tiene la culpa. Se habrá roto una botella de aceite, porque el piso esta resbaladizo. Todos gritamos, pero nadie tan fuerte como mi mamá. Como puedo, la llevo afuera. Sigue gritando. Insulta. Amenaza. Dice que va llamar a la policía. Llora.Llora cada vez más. Parece que le falta el aire, como sí no pudiera respirar. La siento en el umbral de una casa. Cada vez grita menos. Va dejando de moverse. Sólo llora. Cada vez más bajo.
-Lo extraño tanto...-dice murmurando.
-Ya sé mamá- le digo.
Y nos quedamos en silencio.
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En la Línea Recta
Teen Fiction¿Las cosas pasan sin sentido, sin tener que ver una con la otra? ¿La vida es una sucesión de puntos sueltos? ¿O esos puntos sueltos forman una línea? ¿O existe una extraña línea recta que une a mi padre con la música, con el Kung Fu, con el trencito...