CAPÍTULO XV

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La salud mental de mi madre deja bastantes dudas, así que no va a alcanzar con acumular comida, porque no sólo de pan vive el hombre (¿es un dicho,no?). Que la semana pasada nos cortaron el teléfono me confirmó que tenía que hacer algo y pronto. ¿Y si mi madre empeoraba? ¿Si no podía trabajar más? ¿Si mi hermanito,que seguía dándole palizas a todo el mundo, mandaba a alguiena al hospital y teníamos que pagar la cuenta? Por eso decidí tomar una medida drástica: buscar trabajo. Tengo las tardes libres y en el colegio hasta el momento me va bien, así que, ¿por qué no? Pero resulta que no es tan fácil conseguir trabajo, por todo eso del desempleo, un problema serio de verdad. Me cansé de buscar en los clasificados, de patear las calles del centro, de llamar a teléfonos donde me dejaban esperando, de escuchar la frase "cualquier cosa te llamamos", sinónimo de "prefiero cerrar la empresa antes que contratarte". Pobre del que necesite un trabajo en serio, pobre del qué tiene hijos, esposa, gente que depende de el. Porque hasta la fecha no conozco mayor frustración que la de buscar laburo y no encontrar. Te sentís una porquería, constantemente rechazado. Uno está ahí, con la cobarta demasiado grande y el pelo peinado por primera vez, el currículum en la mano, gritando: "¡Quiero que me estafen! Quiero trabajar todo el día por dos mangos, ser casi un esclavo, fuera de la ley, sin obra social y poniendo en riesgo mi vida", y del otro lado te responden:"Gracias, pero no. Tenemos tanta gente para explotar que no sabemos con quien quedarnos". Es muy triste.

Por fin, conseguí algo. En una oficina roñosa, sin firmar contrato ni nada porque era todo en negro, me comprometí a trabajar por una suma de dinero irrisoria, seis horas por día. A mi vieja le dije que estoy yendo al club, para que no se preocupara ¿Cuál fue el trabajo que conseguí? ¿Escucharon hablar alguna vez de "el trencito de la alegría"? Son unos trencitos (en realidad son colectivos arreglados para que parezcan trenes) que suelen andar por el centro y por algunos barrios, y van llenos de muñecos (personas disfrazadas) y música a todo volumen, para que los padres suban con los chicos, saquen fotos, canten y esas cosas. A mí me toco disfrazarme de Pantera Rosa. El trabajo es fácil, hay que bambolearse para un lado y para el otro, mover mucho los brazos, cada tanto bailotear un poco y soportar que los chicos se te cuelgen, te molesten y alguno te pegue una patada. Tu peor enemigo se vuelve el calor: el traje es pesado como una armadura y grueso como quince pulóveres. Casi me desmayo en un par de oportunidades. Pero el trabajo también tiene sus pequeñas (muy pequeñas) ventajas. Me gusta cuando no suben chicos y los muñecos podemos sentarnos a ver pasar la cuidad. Una vez, en una esquina, cruzó delante de nosotros una compañera de clases (una chica muuuy linda) y automáticamente me escondí preso de la vergüenza. En seguida me di cuenta de que con el traje puesto no había forma de que me reconociera, así que me subí a la parte más alta del colectivo y la salude moviendo los brazos, ella me respondió riendo y bajando la cabeza. Nunca supo que era yo. Cuando estamos aburridos hacemos chistes malos con Bob Esponja. Debajo del disfraz amarillo y cuadrado se encuentra una chica de mi edad llamada Laura. Nos causa gracia que ella, que es una mujer, le haya tocado el disfraz aunque yo no estoy tan seguro de que la Pantera Rosa sea mujer. Los discutimos bastante con Bob-Laura pero no nos pusimos de acuerdo. Mickey (Chucky cuando no tiene el traje puesto) viene a ser nuestro jefe directo. Es un petiso insoportable, fanfarrón y mandón al que le gusta gritarnos por cualquier razón y demostrar que él es nuestro superior. Da la casualidad de que nunca me banqué a Mickey. En general los personajes de Disney no me gustan ni un poco. En cambio me encantan la Pantera Rosa y el Hombre Araña. Bob Esponja me cae muy simpático. 

Trabajar cansa. Llego a casa tan agotado que ya no tengo tiempo no ganas de contar mis paquetes de arroz y fideos, como venía haciendo las noches anteriores. Sólo me meto en la cama y me duermo.

En la Línea RectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora