[PAUSADA Y EN MUDANZA] Maestra... ¿Todo bien?

Capítulo 41

Terminaba de guardar mis cosas en el bolso.

– Y recuerden, jóvenes, la entrega es en dos semanas. Como mi esposo necesita mi atención para llegar a sus tratamientos médicos, me temo que sólo puedo dejarles mi correo para revisiones exprés y preguntas. Cada quien tiene permitido hasta 3 correos, con inefinida cantidad de preguntas mientras que las fotos de sus planos y dudas sean claras y legibles. La maqueta es en materiales básicos, gasten lo menos posible y usen colores neutros, como cartón y cartulina blanca, así se les facilita todo. Nada de planos impresos, quiero sus planos hechos a mano y en formato DINA2, no irrespeten los cajetines y traigan cinta celoven suave para legarlos y presentarlos... ¿Algo más antes de que me vaya?

El salón estaba básicamente vacío, y ella parecía decepcionada de que nadie quisiera escuchar sus últimas indicaciones... Eso lo consideré inaceptable.

Me acerqué a ella tras guardar mis planos en el portaplanos, bien enrollados.

– Sí, Miss Erika, yo...

– ¿Ah? Darlen, cálmate, tus planos están perfectos, sólo no hagas la fachada lateral izquierda. Te dije: frontal, lateral derecha y posterior, un corte donde se vea la escalera o el baño/cuartos, y los planos de planta. Es todo, cariño.

Negué y saqué la bolsa de chocolatinas que me dió Helena en la mañana.

– No se sienta mal... Yo conozco al doctor, él es muy bueno y...Y la doctora, en traumatología, pues... Bueno, ella me trató muy bien cuando me lesioné y ya me siento bien y... No necesita decirme qué tiene su esposo... Pero sé que la ruptura de basos sanguíneos en las muñecas no es algo que se dé como si nada... Cuando a mi madre la llevaron al doctor, lograron estabilizarla... Sólo quiero que sepa que, aunque todo se vea negro, quizá es como en las maquetas: con una buena ejecución, los colores neutros traen paz, el blanco luego inunda todo en una armonía brillante.

Sonrió y tomó los chocolates.

– El profesor Mathieu DiMitt me contó sobre ti... No tienes que nombrar a tu madre sólo para hacer sentir mejor a ésta vieja profesora.

Negué.

– No pasa nada...

– Feng tambien me dijo que te gusta ayudar... Pero yo sólo considero una cosa: no deberías hacerte callar cuando quieres responder una pregunta. ¿Sabes? Tus compañeros pueden no ser muy cooperativos, pero no me canso de que me respondan bien... Gracias, jovencita.

Sonreí.

– Además, Helena... ¡Perdón! Añado que la señorita DiMitt quiere que le diga que, si lo necesita, cierto equipo de aviación podría estar disponible para trasladar a su esposo...

Me miró, extrañada.

– ¿DiMitt siendo amable? Dios te bendiga, mi niña, no creí vivir para verlo, pero no creo que...

La detuve y cargué la pila de libros y su enorme maletín de dibujante lleno de planos.

– Mallory y Alexander no son cualquiera, son como hermanos para mí y... Usted merece sentir que vale la pena seguir viniendo a dar clases con la tranquilidad de que su familia estará bien.

Suspiró

– Los angelitos son tercos, sin duda... Vete a casa, cariño, se hace tarde y una buena niña no debe andar por ahí sola.

Suspiré.

– Bueno... Las buenas señoras tampoco. ¿No quiere un aventón? Vienen a buscarme, como mínimo si no lo acepta, déjeme y la acompaño a la parada, y me voy a casa.