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En treinta y tres horas habían pasado más dramas de los que Victoria había vivido en sus veintiocho años de vida. La situación era aun más extraña porque los dramas ocurrían en medio de un atraco.
»¿En qué momento pensé que unirme a esto iba a ser una buena idea?«, lo peor era que ella en algún momento lo había pensado.
Berlín le había ordenado que se quedase en la sala de teléfonos, en ayuda a que a la joven no le de una crisis, junto a Helsinki. El serbio le había contado, dificultosamente, sobre la situación, el poli y eso. A ella no le importaba demasiado, no sería la primera vez que tendría uno de ellos colado en su atraco, pero de todas formas iba a seguir órdenes. Ahora esperaba la llamada del Profesor.
El teléfono suena, la sueca y el serbio se dan una mirada antes que la pelinegra responda la llamada.
—Hey, Profesor. ¿Le interesa un resumen de los dramas del realty show?
—¿Crees qué es un buen momento para tus bromas? —ella rueda los ojos.
—Mire, Profesor, si no me rió terminaré llorando, y usted no me quiere oír llorar.
—Emiten en onda corta y cifrado, así que están entrado, pero no sé por donde —anuncia, ignorando lo dicho por la joven.
—Pues averiguarlo, es su trabajo, no el mío.
—Y recuérdame, ¿cuál es tu trabajo?
—Elevar el estatus del grupo —se mira las uñas. —Ah, y ser consultora.
—Entonces te voy a consultar, ¿qué hacemos? —Milán bufa.
—Ejecutar el plan "B", ya que el plan "A" siempre fue una mala idea.
—Bien, activa el plan "B" y saquen el equipo médico ya —y descolgó, dejando a la pelinegra ofendida.
—¿Por qué nunca se despide? —pensó en voz alta y miró a Helsinki. —Dile a Berlín que suba, que el Profesor llamó.
Él asiente y se retira, en busca del líder, mientras Milán buscaba las nuevas mascaras que ella consideraba como las más horribles de la vida.
