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«Berlín se preguntaba como era posible que Milán estuviera con esos vestidos cortos, característicos en ella, con este clima tan frío. Parecía que nada detenía a la pelinegra de usar su típica vestimenta.
Milán se removió en su asiento, Berlín la mira de reojo mientras sirve vino en su copa y en la de la mujer.
—¿A qué se debe tu ansiedad, Milán? —pregunta el castaño oscuro extendiendo su copa, ella la toma y le da un sorbo.
—Necesito robar —respondió sencilla. El hombre frunce el ceño.
—¿Quieres o necesitas?
—Necesito —lo mira. —Soy cleptómana, Berlín —se encoge de hombros y le da otro sorbo al vino.
—¿Por eso siempre estás tan ansiosa? —pregunta curioso, ella asiente. —¿Y como lo sobrellevas?
—Robando, le robe a todos —el de traje alza una ceja. —A ti te robe corbatas, a Denver y Moscú cigarrillos.
—Tú no fumas —dice y ella vuelve a encogerse de hombros.
—No importa, los robo —Milán lo mira curiosa. —¿Qué es lo que las personas hacen cuando tienen tiempo libre?
—No lo sé. Escriben, pintar, tienen algunos hobbies, tienen alguna relación —ella arruga la nariz.
Milán suelta una risa y se pone de pie, acercándose a él.
No faltaba mucho para que sea la hora del almuerzo, las chicas con el Profesor estaban en la cocina haciendo el almuerzo mientras el resto estaba afuera fumando. La pelinegra había alegado que era un desastre en la cocina, lo cual era cierto, y tampoco iba a ir afuera por el desagradable olor, ella no desperdiciaba Paco Rabanne.
—Si me entendiste —responde segura. Ella tira su cabello a su espalda, dejando su escote más descubierto. —¿Entonces el sexo entretiene? —pregunta cruzándose de brazos.
—Usualmente sí. ¿Qué no deberías saberlo? —Milán niega.
—No tengo relaciones, no como tú que te casaste cinco veces —ella ríe. —Y el sexo nunca me intereso demasiado.
