─ O2. PINTOR DE COCINA

9.7K 810 97
                                    

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


   Milán, como era usual, desentonaba y a su vez llamaba la atención por ser tan… ¿particular?

En un inicio, se podía llegar a pensar que lo hacía a propósito pero, después de conocer a la azabache por cinco meses, todos podían afirmar con seguridad que ella era así de rimbombante por naturaleza propia e involuntaria.

Todas las personas con seudónimos de ciudades se encontraban en la camioneta, con el fatal destino del atraco más grande de la historia.

A pesar de haber estudiado con tanta dedicación el objetivo, resultaba imposible ignorar los nervios. Era como un examen, entre más estudias, más piensas que vas a desaprobar.

El caso de Milán no era ese, las veces que había escuchado al Profesor hablando del plan habían sido pocas, por no decir nulas. Ella no servía para escuchar, solo seguiría la corriente, aprendería sobre la marcha, ese era su estilo.

Y, hablando de estilo, ese día Milán desentonaba por su vestimenta. En primera instancia era porque no traía el mono rojo, que, según ella, no se lo pondría ni muerta. Pero, en segunda instancia, sus características vestidos cortos y ajustados, que la hacían perecer lista para salir de noche a un antro y volver a las cinco de la mañana, no enfundaban su cuerpo de infarto.

Su vestido corto, a unos cuantos centímetros sobre la rodilla, a lo que no acostumbraba porque sus vestidos siempre llegaban a la mitad de sus muslos, era de un sombrío color negro, con flores delicadas en rosa fuerte como estampado. Un clásico Versace. Sus tacones altos de Zara iban a juego con las flores, siendo de un color fucsia que resultaba ser lo único llamativo, sin contar sus labios. Su emblemático rojo mate era reemplazado por un rosa Barbie que brillaba bajo la tenue luz.

Odiaba su vestimenta, no la personificaba para nada, y esa era la idea.

Milán no le vio sentido ponerse el mono rojo sí luego tendría que quitárselo para ponerse la vestimenta con la que tendría que entrar en la fábrica junto a Tokio y Nairobi.

De repente sus largas uñas pintadas se negro dejaron de ser interesantes. Entonces aparto la vista de ellas y se enderezó, y por costumbre, tiro del borde del vestido. Ella soltó un bufido.

Vem valde masken? —pregunta con aburrimiento.

—Milán, tía, dijimos que hables español o no hables.

ROBIN HOOD'S PLAN, la casa de papel¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora