¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
»Inhala y exhala, profundo y lento, solo maten la calma«.
Milán se sentía como en un sueño, mejor dicho una pesadilla. Muy posiblemente estaba durmiendo en alguno de los sofás de los despachos, solo tenía que despertar.
Pero sabía que no era cierto, esto que está pasando, esta situación, era cien porciento real. Y eso era peor, estaba viviendo la pesadilla en la vida real.
Victoria no era el tipo de persona que le afectara directamente nada, pero esta era una circunstancia muy especial. Si le hubieran dicho que mañana iba a morir Río o quizá Denver no le habría dado importancia, pero esto era muy diferente.
Era Berlín, su Berlín. No sabía con certeza cuál era su relación, si eran novios, amantes o qué, pero lo que si sabía es que él era alguien para ella, alguien importante, hasta diría que vital. Berlín se había vuelto un complemento muy importante en su persona.
A lo largo de los años, Milán podía notar como la falta de una pareja no la afectaba en lo absoluto, no lo necesitaba, se atrevería de decir que hasta lo consideraba un estorbo. Pero siempre conoces a alguien que cambia tu mente, ese alguien era él.
No lo tenía previsto, no lo necesitaba, pero apareció para quedarse, y eso no le molestaba para nada. Gracias a él se dio cuenta que ella era un gatito bebé que necesitaba de mimos y atención constante. Le gustaba… sentirse querida, apreciada, y sentía que ella lo merecía.
¿Cómo haría para seguir sin él? Se había dado cuenta que su vida era vacía hasta que Berlín la llenó. No quería volver a sentirse así, vacía. Ahora todo tenía un sentido, un impulso. Se sentía bien y plena, no quería despedirse de eso.
No iba a despedirse de eso.
Nairobi abrió repentinamente la puerta y se acerco con el fusil en sus manos y un rostro de preocupación.
—Milán, necesito tu ayuda —pidió con cierto desespero.
—Estoy ocupada —dijo y cerró sus ojos, volviendo a las respiraciones.
—Se trata de Berlín —la joven se encogió de hombros. —Sé que están juntos.
La sueca abrió los ojos con pereza y miró a la morena con un genuino aburrimiento.
