─ 23. TOKIO VUELVE

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   Milán caminó apurada por los pasillos de la fábrica, esperando realmente poder salvar lo que quedaba y no tener que juntar los pedazos destruidos del suelo. El estrés, el agostamiento, el agobio, la ira, todo eso estaba en el aire, todo por la falta de sueño, y en ese preciso instante parecía una bomba de humo que los cegaba a todos. Bueno, a todos no, Berlín y ella, eran los únicos que aún tenían las horas de sueño necesarias para no enloquecer más de la cuenta. Estaban relativamente estables, o algo así.

La pelinegra abre bruscamente la puerta de la sala de teléfonos, logrando que esta revote con la pared. Sus ojos oscuro captaron la larga figura del hombre recostado en el sillón. No se sorprendió porque ella sabía a primera mano lo cómodo que era ese mueble para dormir, era el más cómodo de toda la fábrica.

No queriendo ser delicada, se acerco a pasos firmes al castaño oscuro y removió violentamente su hombro, provocando el despertar de sus dulces sueños. A pesar de su movimiento, él se despierta con lentitud, abriendo sus ojos suavemente y bostezando. La sueca se cruza de brazos mientras espera que la Bella Durmiente se despabile. El español por fin termina y la mira con el ceño fruncido.

―Sería fantástico tener tu colaboración en la crisis existencial que están pasando nuestros compañeros ―él se sienta y vuelve a bostezar. ―A veces pienso que hubiera sido buena idea tener un psicólogo en el equipo pero luego pienso que lo más probable sea que él termine desquiciado por nuestros problemas de reality show.

―¿Qué ocurre? ―preguntó con voz ronca.

―Helsinki me pidió permiso para tener una rabieta de ira contra Arturo y yo se lo concedí ―él la mira confundió por su acción. ―No te preocupes, Río está con él y no creo que lo deje sobrepasarse.

―¿Me despertaste solo por eso? ―interrogó.

―No. Nairobi está teniendo una crisis de vulnerabilidad frente los rehenes y pienso que este sería un buen momento para que sugieras la idea de volver a estar al mando y que ella ceda sin molestarse ―el hombre hace una mueca pensativo.

―Sí, sería una buena idea ―ella sonríe, satisfecha.

―De acuerdo, andando.

Ella se giró y comenzó a caminar. Su oído pudo captar como el otro se ponía de pie y la seguía. En el medio de su camino se escuchan tiros que provocan que ambos se sobresalten. Berlín apura su paso mientras Milán resopla y lo sigue a su paso.

ROBIN HOOD'S PLAN, la casa de papel¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora