─ 14. UN BOTÓN

4.8K 402 52
                                    

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   —¡Berlín! ¡Escúchame, para, para, para, para, tienes razón! Tienes razón. Puede que Denver perdiera un botón de tu chaqueta porque se puso tu chaqueta, pero ¿y qué? No lo puedes cambiar.

—Pero puedo castigarlo.

Milán pasó las manos por su cara, estresada. Había seguido a Berlín por gran parte de la fábrica, con una desesperada Nairobi siguiéndolos a las corridas y gritando el nombre del alto, tratando de que entre en razón. Lo cual la joven sabía que no pasaría.

Si antes había pensado que por distintas piedras el plan ya estaba en la mierda, es porque todavía no era consiente de la posible furia que Berlín podría desatar por difamarlo.

»Ahora sí estamos muy jodidos«.

Ella no dudó ni por un segundo en sus palabras, había pocas cosas que lo tocaran, y su imagen era una de ellas. Definitivamente el infierno se iba a desatar cuando Denver estuviera frente a él. Milán tenía la impresión que ninguna de sus palabras iban a hacer que él se detuviera.

—Berlín —llamó Helsinki acercándose a ellos con Oslo detrás. —No está descansando. No está en museo. Ni en túnel. Ni en imprenta.

—¿Se habrá ido a la verbena otra vez? —Le preguntó sarcástico a Nairobi. La sueca pone los ojos en blanco. Ese día también la habían invitado pero ella se negó, para bailar y embriagarse ya lo hacía en la casa, o al menos así había sido el primer mes. —Tranquilos, chicos, yo lo busco —y comenzó a caminar.

—Berlín, por favor, entra en razón —la española camina de espaldas enfrente de él. —Entra en razón, ¿eh? No puedes pegarle un tiro porque te robó la chaqueta. No puedes. Es una chapuza. Tú eres un tío con clase y eso es una chapuza —la pelinegra alza una ceja.

»¿Lo está adulando como método de persuasión? No sé que tan buena idea sea«.

—¿Qué pasa con mi dignidad? —preguntó, enfrentándola.

—Mi amor, tu dignidad está por los aires —habló la sueca, interponiéndose en el enfrentamiento a que tenían los otros dos. —No necesitas hacer nada de esto —dijo suave.

—¡Exacto! Berlín, escucha a Milán —le suplicó la morena.

—¡Eso es mentira! —ambas se sobresaltaron. —Tengo una reputación que mantener. Mis amigos de la Costa Azul han visto mi nombre asociado a esas infamias.

ROBIN HOOD'S PLAN, la casa de papel¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora