─ O9. HOY NO ES MI DÍA

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   —Denver —canturrea en tono meloso la pelinegra. —Sígueme —ordena y empieza a caminar escaleras arriba, sabiendo que sería obedecida.

Después de haber revisado vagamente los suministros recién llegados, asegurándose de que estuvieran todos los que Berlín le había recitado, ordenó que los repartieran mientras llevaba los medicamentos, junto a Denver, a las chicas que se encontraban en el despacho.

En el silencio sepulcral solo se escuchaban sus pasos y los de su compañero, que estaba detrás. Ambos caminaron por los pasillos hasta el despacho del señor Román. Milán detuvo a Denver cuando este tuvo la intención de abrir sin mas la puerta.

Sus ojos azules la miran desentendido pero luego los rueda, resignado a querer un explicación. La de cabello negro clava sus ojos en la oscura puerta, golpea suavemente, y abre lentamente la puerta, asomando la cabeza.

—Hola, hola —saluda con un tono alegre. Termina por abrir la puerta y entra. Mira con curiosidad a Mónica parada en la sala pero no dijo nada. —Trajeron las medicinas —informa con el mismo tono de felicidad y se dispone a repartirlas.

—¿Me puedo llevar un segundo a la señorita Gaztambide? —pregunta el pelinegro.

Milán lo mira con una ceja alzada, mueve sus ojos a Oslo, quien se encoje de hombros, y vuelve a mirar a Denver.

—Si ella está de acuerdo —condiciona mirando a la rubia. Los tres pares de ojos intimidades miran fijamente a la mujer, obligándola a asentir temblorosa. —Entonces sí —la pelinegra comienza a recitar los medicamentos y los reparte a cada una lo que pidió mientras su compañero se llevo a la mujer afuera. Una vez termina se acerca a su otro compañero. —Oslo, dobro? —pregunta con el poco serbio que Berlín le había enseñado. El hombre solo asiente, ella sonríe y se gira. —Señoritas, ¿necesitan algo? —ninguna responde entonces la sueca insiste. —¿Están seguras que no necesitan nada? —esta vez algunas asienten y ella se queda más satisfecha. —Ya me voy, buscare a Denver —le anuncia al serbio y él asiente nuevamente.

Milán se despide cortésmente de las rehenes y sale de la habitación, chocando con alguien después de cerrar la puerta.

—¿Qué está haciendo Denver? —pregunta el más alto mirando fijamente a su compañero pero envolviendo con sus brazos a la joven.

—Quería hablar con Mónica —responde la pelinegra también mirándolos.

—¿Por qué?

—No lo sé —se encoje de hombros. —Pero supongo que lo averiguaremos, ¿no?

Ella no recibe una respuesta verbal, Berlín emprende camino hacia esos dos mientras ella lo sigue de cerca.

—¿Qué estáis haciendo, Denver? —cuestiona el castaño oscuro en uno de sus tantos tonos aterradores. Milán sonríe suavemente y se coloca a su lado.

ROBIN HOOD'S PLAN, la casa de papel¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora