─ 19. CREES QUE ES AMOR

3.8K 324 49
                                    

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Los rehenes, ahora cómplices, estaban entusiasmados, igual que ellos. El sonido de las máquinas y el olor a billetes era un motivo digno de felicidad. O al menos así había sido las primeras horas, hasta que la realidad cayó sobre ellos.

El Profesor se había ausentado, las dos llamadas de control que llevaban no había sido respondidas y no había señales de vida del otro lado. Algo había pasado. Esta iba a ser la tercera llamada que harían.

—Ya es la hora —dijo Moscú. Berlín paso por al lado de Milán y ella lo detuvo, tomando su muñeca.

—Todavía falta un minuto para las seis —dice mirando el reloj de muñeca del hombre.

—Pues, dadas la circunstancias, ya sabes por donde me voy a pasar tu puñetera puntualidad británica —él toma el teléfono y marca.

Berlín suelta una casta risa debido al comentario, entretanto Milán se siente molesta. Él se coloca detrás de la sueca, tomándola por los hombros. El español mueve sus manos sobre la zona, dándole un masaje, la nota muy tensa.

Todos esperan pacientemente a que el Profesor responda, aunque no parecía que iba a ser así ya que el hombre cuelga al no ser respondido. El ambiente parece más tenso.

—Tercera llamada sin respuesta. Eso son dieciocho horas sin noticias del Profesor. Y ya sabemos lo que significa eso. Tampoco sabemos nada de la policía —suspira. —Seguro que está pasando algo afuera. ¿Qué hacemos?

—Bueno, —habla el líder —todavía queda una llamada para completar el ciclo, a las doce de la noche —se aleja de su amante, acercándose a la alacena.

—¿Qué ciclo? ¿El ciclo de la puñetera ratonera? —pregunta el de ojos azules, un poco alterado.

—Denver, tranquilo —lo regaña la sueca. —El Profesor estará atando algún cabo suelto. Por ahora todo está bien. Sigamos como estamos —el alto saca un botella de vino tinto y dos copas.

—Yo voy a descansar un poco —anuncia el y emprende camino a la puerta.

—¿Estás de coña? —pregunta Tokio. Él se detiene y la pelinegra rueda los ojos. La castaña se acerca al hombre. —¿Con el marrón que tenemos encima te vas a ir ahora a follar?

Milán y Nairobi se miran con el ceño fruncido. Ambas sabían que Berlín estaba con la joven de ellas, »uh, siento el peso de los cuernos en mi cabeza«.

—Ay, Tokio, por favor —ella musita un “¿qué?”. —No hay necesidad que te pongas en plan ordinaria. No te hace falta. No te sienta bien.

ROBIN HOOD'S PLAN, la casa de papel¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora