10. Ay, ¿puedo darte un abrazo?

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–¿Para eso querías ver a esa tal María? ¿Porque quieres llevarte al huerto a su hermana? –preguntó Jesús una vez fuera de la agencia.

–Jesús, no seas bruto –le reprendió Amelia.

–Es lo que parece –éste se encogió de hombros–. ¿Y cómo has dicho que se llamaba la chica? –preguntó curioso.

–Luisita –admitió con un susurro.

–¿Cómo?

–Luisita he dicho, Jesús. Luisita.

–Espera, espera... ¿La cocinera del Sunset? –Jesús rio burlón y Amelia le dio con el puño en el hombro–. Tampoco te pongas así... –añadió frotándose donde la actriz le había golpeado.

–Lo siento. Es que me pongo nerviosa con este tema –se disculpó–. Y para tu información, no me la quiero llevar al huerto... A raíz del estreno nos hemos hecho amigas y creo que me gusta de verdad, Jesús –explicó Amelia con expresión seria y con algo de preocupación–. Lo que no sé si es hetero o no... A veces parece que le gusto, pero otras me da la sensación de que solo me ve como una amiga.

–Vaya, pues sí que parece serio, sí. Por lo que ha dicho su hermana parece que le gustas... ¿No has pensado que igual sí que le gustas pero le intimidas un poco?

–¿Intimidarla yo?

–Es que, Amelia, ¿tú te has visto? Eres una mujer que impone.

–Ay, por favor, Jesús. Si soy de lo más normal.

–Si, si, claro...

*****

Cuando Amelia llegó a su casa recibió un mensaje de María donde le informaba de los turnos de su hermana en el hotel en los próximos días. Con esa información Amelia tenía suficiente, así que le agradeció a María una vez más su ayuda.

Primero pensó en preparar un picnic y llevarse a Luisita al Retiro, pero luego pensó que sería una estupidez prepararle comida a una chef, seguro que haría el ridículo.

Luego se le ocurrió que podría regalarle otra vez entradas para el musical, pero enseguida lo descartó, pensó que era lo más cutre que se le podía ocurrir. Entonces pensó que si iban a hacer algo cultural podrían visitar la "estación fantasma" de Chamberí, pero recordó que Luisita le había contado que su familia vivía en dicho barrio... Acabó maldiciendo su poca originalidad para planear una sorpresa y luego se dio cuenta de que estaba enfocando las ideas desde una perspectiva equivocada, como Luisi era madrileña la sorpresa no podía consistir en llevarla a un sitio "nuevo", ya que probablemente ella no conocía Madrid ni la mitad de lo que lo conocía la cocinera. Así que volvió a la primera idea, la del picnic, pero con unos cambios sobre la idea original.

*****

Luisita estaba sentada en su oficina recogiendo el papeleo del día y archivando informes en sus carpetas correspondientes, por lo que estaba con la silla de un lado para otro. Cuando estaba de espaldas a la ventana y puerta transparentes que separaban su oficina de la cocina, alguien llamó a la puerta, así que la cocinera se dio la vuelta rápidamente para ver quien osaba interrumpirla mientras estaba concentrada justo los últimos minutos que le quedaban antes de salir. Cuando vio quien reclamaba su atención, no pudo evitar sonreír y morderse el labio inferior para no sonreír en exceso, entonces se levantó y se acercó a la puerta para abrirla.

–Amelia, ¿pero qué haces tú aquí? ¡Qué sorpresa! Pasa –le indicó que entrara en su oficina, se saludaron con dos besos y cerró la puerta para que sus cocineros y ayudantes no cotillearan.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora