Cuando se sentaron a comer, Luisita no dejó que Amelia abriera la cajita que había dejado al lado de su plato hasta que hubieran terminado, así que la retiró momentáneamente.
Una vez se habían comido el postre, Luisita acercó la cajita y la depositó sobre la mano de Amelia.
–Por más días y noches a tu lado –dijo antes de que la morena la abriera. Amelia se acercó a Luisita y dejó un suave beso en su hombro. Entonces rompió el papel que envolvía la caja y la abrió. Al abrirla, se encontró con un colgante de una luna y un sol, con dos cadenas, una más grande para colgarlo al cuello y otra más pequeña para usarlo de pulsera.
–Que bonito, Luisita –Amelia cogió con cuidado el colgante y lo puso sobre la palma de su mano, después pasó gentilmente el dedo por encima mientras lo miraba.
–Amelia, nos conocimos en un lugar llamado Sunset, que es el momento del día en el que el sol se esconde para que después aparezca la luna, siempre condenados a no encontrarse. Pero nosotras nos hemos encontrado y, aunque no era consciente entonces, algo dentro de mí supo desde el principio que eres el amor de mi vida. Quiero que esto sea un símbolo de mi promesa de que pienso pasar el resto de mi vida, noche y día, cuidándote y amándote –cuando Luisita terminó de hablar, ambas estaban emocionadas, pero las lágrimas de Amelia ya recorrían libremente sus mejillas, así que la rubia pasó su mano izquierda por ambas para secarlas–. Mi amor, no llores, que si no, yo voy detrás.
–No, no, ya está –rio nerviosa–. Es que te quiero tanto, mi vida –dijo cogiendo la mano que Luisita tenía depositada en su mejilla–. ¿Sabes que la noche del estreno de Sempiterno, la luna que había era menguante como esta? Es una tontería, pero esto y tus palabras me lo han recordado.
–¿Sabes que, por alguna razón, yo también me fijé esa noche en la luna? –ambas empezaron a reír, dejando a un lado las lágrimas de emoción.
Amelia dejó la cajita sobre la mesa y se levantó, sopló las velas y se acercó a Luisita extendiendo su mano para que ésta se levantara. La rubia cogió la mano de Amelia y la siguió.
–Deja todo esto aquí, ya lo recogeremos –dijo Amelia con un tono de voz suave.
–¿A dónde vamos? –preguntó nerviosa la cocinera–. Amelia, mira que estoy convaleciente...
–No te preocupes, Luisita, ya hemos hablado de esto. Ya llegará nuestro momento –la tranquilizó.
Entonces llegaron al salón y Amelia soltó la mano de Luisita, se acercó a donde la rubia tenía unos altavoces para el móvil, colocó allí el suyo y le dio a reproducir una playlist que era adecuada a la situación. Se acercó de nuevo a Luisita y le ofreció su mano otra vez. La rubia se la dio en silencio y bailaron disfrutando la una de la presencia de la otra, sintiendo sus respiraciones y compartiendo besos.
*****
Luisita se despertó habiendo descansado, por primera vez, algo mejor que desde que tuvo el accidente, a pesar de no poder dormir acurrucada junto a su novia, no solo por ser doloroso e incómodo para ella, sino para no hacer daño a Amelia con el yeso, quien también debía procurar no acercarse demasiado a la rubia y además siempre dormía alerta por si algo le sucedía. Amelia también durmió ligeramente más relajada, ya que, a pesar de todo, ambas se sentían felices y satisfechas con su relación. Especialmente, después de haber tenido aquella conversación en la que Luisita había compartido sus preocupaciones y Amelia la había tranquilizado. Ambas esperaban que nada provocara que esa buena comunicación cambiara.
Cuando Luisita abrió los ojos, primero sintió el aroma a café y después vio a una morena sonriente, al pie de su cama, sosteniendo una bandeja con el desayuno.

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Sempiterno
Fanfiction"Que durará siempre; que, habiendo tenido principio, no tendrá fin." O la historia de cómo una cocinera y una actriz se conocieron y enamoraron. Ambientada en la actualidad.