11. Confía en mí

4.2K 233 24
                                    

[...] Yo no estoy con Amelia, ¿quién te ha dicho eso?

–¿Tú no estabas ayer en el Retiro con ella?

–Sí, pero ¿tú por qué sabes eso? ¿Y por qué iba a significar eso que estamos juntas? –Luisita preguntó con mucha curiosidad, no se podía explicar qué estaba pasando.

–Que lo han dicho en la tele, hija.

–¿Han dicho en la tele que yo estoy con Amelia? –la rubia no estaba segura de haber escuchado bien lo que su madre acababa de decir, la situación se estaba volviendo surrealista.

–Bueno, para ellos eres "la misteriosa rubia que abraza a Amelia Ledesma", pero vamos, que aunque en las fotos no se te vea bien, porque se ve que no están hechas por un profesional, yo reconozco a una hija mía cuando la veo.

–¿Fotos? ¿Nos han hecho fotos? Tengo que llamar a Amelia –Luisita empezó a ponerse nerviosa de verdad–. Mamá, ya hablamos más tarde.

–Pero, hija, espera.

–Mamá, de verdad, Amelia y yo solo somos amigas. ¿Tú crees que yo te iba a ocultar algo así? Pero hablamos más tarde, de verdad. Es urgente que hable con Amelia –Manuela decidió creer a su hija y aceptó hablar con ella más tarde.

Cuando colgó, Luisita salió de su habitación hacia la cocina y se dispuso a preparar café mientras esperaba a que Amelia le contestara al teléfono. La morena no tardó mucho en contestar.

–Luisita, iba a llamarte. Supongo que ya te has enterado, ¿no?

–Pues sí, Amelia. Mi madre me ha llamado diciendo que por qué no le he contado que salgo contigo.

–¿Te ha dicho eso? ¿Cómo sabe qué eras tú la de las fotos?

–Es mi madre, Amelia –la respuesta de Luisita fue suficiente explicación.

–Ya, tienes razón, ¿cómo no iba a reconocerte tu madre? –antes de que la rubia pudiera intervenir, Amelia continuó– Luisita, yo te llamaba para disculparme y para decirte que entiendo que decidas alejarte de mí a partir de ahora.

–Amelia, pero ¿qué dices? Tú no tienes que disculparte de nada y mucho menos creer que por eso me voy a alejar de ti –recalcó la rubia mientras se servía el café recién hecho.

–¿De verdad, Luisita?

–Claro que sí, tonta. Además, se me está ocurriendo una forma de que tengamos nosotras el control de la situación. ¿Podemos vernos?

–¿Ahora?

–Si no puedes, no pasa nada. Cuando puedas.

–No, no. Sí que puedo, tengo la mañana libre.

–Estupendo. ¿Vienes a mi casa? Te mando la ubicación.

–Luisita, no creo que sea buena idea que alguien me vea entrando en tu portal, especialmente porque hoy en día todo el mundo tiene una cámara al alcance de su mano. No quiero involucrarte más. Ven tú a mi casa.

–Bueno, si así vas a estar más tranquila...

*****

Amelia abrió la puerta de su casa para encontrarse a su rubia favorita en vaqueros, botines, un jersey blanco de cuello alto y el pelo recogido, llevaba un bolso cruzado y su casco de moto colgando de su antebrazo izquierdo. En la mano derecha sostenía una bolsa y una bandeja de papel con dos cafés. Amelia no podía entender como un look que se podría considerar de lo más normal a Luisita le hiciera parecer tan sexy.

–Buenos días, Amelia. Dime que aún no has desayunado.

–Buenos días, guapa –saludó mientras cogía los cafés y la bolsa para ayudar a Luisita–. Pues estás de suerte, porque justo iba desayunar ahora. Cuelga el bolso y deja el casco ahí –le dijo mientras señalaba una mesa auxiliar que había en la entrada–. Sígueme por aquí –Amelia caminó hasta la cocina y depositó los cafés y la bolsa sobre la encimera–. Puedes sentarte donde quieras.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora