15. María, no sé si puedo...

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Desde que puso un pie en el andén de la parada de metro, Amelia emprendió el camino con rapidez y paso firme, tenía que llegar lo más rápido posible. Cuando se trataba de Luisita nada más importaba, pero en este caso concreto, no había prioridad mayor que verla. Era una necesidad que si no cumplía pronto la iba a volver loca. No podía parar de pensar en la conversación que la había llevado a caminar como si le fuera la vida en ello. Necesitaba llegar cuanto antes.

¡María, hola! ¿Qué tal todo? ¿Cómo va el rodaje? preguntó Amelia contestando alegre la llamada de la susodicha.

Hola, Amelia. ¿Puedes hablar o estás ocupada?

–No estoy ocupada, cuéntame –solicitó la actriz expectante ante qué tendría que contarle la morena.

¿Donde estás?

–En mi casa –respondió frunciendo el ceño–. ¿Por qué?

Verás... Primero quería decirte que no te preocupes, ¿vale?

María, si me dices eso, lo primero que voy a hacer es preocuparme, ¿qué ha pasado? ¿Luisita...Amelia no pudo ni terminar la pregunta, no se sentía capaz.

Está bien. O sea, está fuera de peligro, pero está en el hospital.

¿Qué dices? ¿Qué ha pasado? ¿En qué hospital?

En el Gregorio Marañón, ha tenido un accidente de tráfico, pero dentro de lo que cabe está bien, ¿vale? Yo estoy aquí con Ignacio.

¿Accidente de tráfico? Dios María, ¿con la moto? Dime que no iba con la moto.

No iba con la moto la tranquilizó. Iba en el coche con Miguel, un amigo nuestro. Él iba conduciendo. No sé dónde narices iban, pero al parecer estaban en una rotonda y el otro coche no ha cedido el paso, por lo que ha sido una colisión lateral.

¿Qué dices? Tengo que ir, llegaré lo más pronto que pueda. Pero, ¿de verdad que está bien? ¿Está consciente? ¿Te han dicho qué le pasa?

–No ha perdido la consciencia en ningún momento, tranquila. Siguen haciéndole pruebas, pero de momento está con un collarín y tiene el brazo derecho fracturado. Afortunadamente, el otro coche no dio de lleno en la puerta del pasajero.

Amelia y María terminaron la conversación telefónica, la Gómez insistiendo en que tenía que estar tranquila y prometiéndole que no se iba a mover del hospital hasta que ella llegara. También le hizo saber que sus padres estaban de camino.

–Amelia, hola –María se levantó de la silla de la sala de espera según vio a la actriz. Amelia parecía más o menos tranquila, lo que María no sabía es que se había desahogado bastante en su casa llorando mientras se duchaba para ir al hospital.

–Hola, bonita –susurró al tiempo que María la envolvía en un abrazo–. ¿Alguna novedad?

Mientras María negaba con la cabeza, Manolita y Marcelino se acercaron a saludar a Amelia, quienes le dieron un abrazo. A ambos se les notaba que habían estado llorando, solo que mientras que Manuela tenía un pañuelo en la mano, Marce intentaba parecer más fuerte de lo que se sentía. Pelayo, aunque preocupado, se había quedado en la Plaza de los Frutos, para cuando llegaran a casa los hermanos pequeños de Luisi desde el colegio.

Tras saludar también a Ignacio, María le presentó a Rocío y a Miguel, a quién ya habían terminado de atender, puesto que sólo había sufrido un latigazo cervical y tenían molestias lumbares. Amelia sintió rabia al ver al conductor de una pieza, pero luego recordó que María le había contado que no les habían cedido el paso en una rotonda, así que el culpable real de que Luisi estuviera en esa situación no era Miguel y, probablemente, dicho culpable se encontraba más entero que éste.

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