42. Luisita, no me has entendido

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•Recordatorio:
Contexto de la historia: Actualidad. Luisi es jefa de cocina en un hotel. Amelia es actriz, tiene una productora de musicales.
En el capítulo anterior: Oliver ya tiene cinco años. Amelia está embarazada (con óvulos de Luisita) y están esperando una niña.

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–¡Buenos días! –Luisita estaba entrando en la cocina, donde su mujer estaba sentada con una taza de infusión entre las manos.

–Lo serán para ti –Amelia la miró de soslayo y volvió su mirada hacia la taza que tenía delante.

–Pero bueno, Amelia, ¿qué pasa? –preguntó sirviéndose café. Luego, echó un vistazo a toda la cocina–. Por cierto, ¿dónde está Oli?

–Oliver está viendo dibujos –explicó Amelia de manera escueta y sin mirar a Luisita. Era fin de semana, la rubia tenía el día libre y Amelia estaba de baja y a punto de dar a luz.

–Vale... –respondió la rubia frunciendo el ceño–. ¿Y mi mujer? ¿Sabes dónde está? Ya sabes, esa que nunca solía estar de mal humor por las mañanas.

–No te pases de simpática, Luisa –Amelia clavó la mirada en su mujer.

–Uy, el nombre... Si que es serio –murmuró mientras se sentaba enfrente de la morena. Luisita había aprendido a no tomarse en serio cuando Amelia adoptaba esa actitud, ya que sabía que era una consecuencia de la situación.

–¿De verdad quieres saber qué me pasa? –preguntó arqueando la ceja derecha.

–Ilumíname, por favor –pidió antes de beber de su café.

–Pues que ya no recuerdo cuando fue la última vez que pude dormir y descansar sin ir 80 veces al baño, por no hablar del dolor de espalda... –se quejó frustrada–. Y mientras tanto tú durmiendo a pierna suelta y sin enterarte de nada.

–Ay, Amelia, lo siento –dijo con honestidad–. Sé que nada de lo que diga te ayudará, pero ojalá pudiera hacer algo.

–Pues haz una hoguera en mi útero para que tu hija salga de una vez, porque yo no puedo más –Amelia gesticuló con las manos, expresando hastío.

–Amelia... –Luisita se puso la taza delante de la boca para intentar reír disimuladamente.

–¡No te rías! Que como esta niña no salga pronto, me voy a volver loca.

–Me ha hecho gracia lo de la hoguera –reconoció sin poder evitar sonreír, a pesar de que comprendía que Amelia estaba incómoda–. Lo siento –se disculpó de manera sincera. De repente, Amelia rio ligeramente gracias al buen humor con el que Luisita se había tomado su actitud. La rubia no tardó en volver a sonreír sin dejar de mirar a Amelia con adoración, la susodicha le lanzó un beso desde su asiento.

–Guapa.

–Exactamente eso estaba pensando –expresó la rubia sin dejar de sonreír.

–¿En lo guapa que eres?

–En lo preciosa que estás embarazada.

–¿Qué dices? Si estoy hinchada y horrible.

–Amelia, ¡pero si estás resplandeciente! Siempre has sido muy guapa, pero no sabes lo bien que te sienta el embarazo... Hasta la sonrisa la tienes más bonita, y mira que eso es difícil de superar porque no ha habido en el mundo sonrisa más hermosa que la tuya.

–Ay, amor. Siempre tienes la palabra justa, aunque yo pague contigo mis frustraciones e incomodidades. Ven aquí –suplicó. Luisita se levantó para acercarse a Amelia y se agachó para darle un beso–. ¡Qué bonita eres! –exclamó la morena tras el beso.

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