Prólogo

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Narrador omnisciente
La luna estaba a su máximo resplandor iluminando el valle donde parecía celebrarse una fiesta, una fiesta de compromiso.

La manada Black Moon celebraba que su Alpha al fin se iba a unir en matrimonio con su mate.

El alpha Alexander Betancourt, ya esperaba  al final del pasillo a lado del juez que iba a darle legalidad a la ceremonia. Se escuchaban murmullos entre los invitados, pero todos fueron silenciados al ver llegar a la novia al principio del pasillo.

Piel pálida, cabello oscuro como la noche que acompañaba a la luna y un vestido blanco de seda que se ajustaba a su cadera, su cabello iba adornado con una corona de rosas blancas, sencillo, pero deslumbrador.

La chica sonreía segura a pesar de ser muy joven para afrontar un compromiso tan importante como el matrimonio, y llevar el peso de una manada en sus hombros. No tenía a nadie más que a Alexander en esta vida.

Ahora estaba lista para unirse a él, por lo que le resta de vida y tener una vida tranquila... todo eso pensaba la chica mientras caminaba al altar.

Una luz se interpuso en el camino de ella, saliendo de ahí dos figuras. Dos personas una de ellas tenían unas deslumbrantes alas blancas y otro solo la miraba fijamente.

-¿Qué es esto? ¿Quienes son? - preguntaba la chica al ver que todos a su alrededor estaban inmóviles, estos seres habían detenido el tiempo, haciendo que los invitados quedaran estáticos.

-Soy Zadquiel, tú terrenal - decía el ángel de alas con una sonrisa acercándose a la chica - tu y yo trabajaremos juntos, esta en las reglas que me debo presentar ante ti, cuando tengas 17 años.

La chica lo miraba incrédula hoy era su cumpleaños 17.

-Imposible - decía Alexander acercándose, robando la atención de esas dos figuras -ya no puede ir con ustedes, es la luna de mi manada, es mía.

-Tú no puedes decidir eso - hablo el acompañante de Zadquiel, que se había mantenido a raya mirando la escena - Tú ya sabías cuál era su destino, sabes que no podrás cambiarlo, ella es la guardiana de Zadquiel, mi terrenal. Su misión es más grande que ser una luna.

Al ver la mirada del lobo la desarmó completamente, tiro el ramo de flores que traía en las manos. La marca que le había hecho una noche anterior cuando se entregó a él comenzó a pesarle, ahora todo tenia sentido, entrecerró los ojos aguantándose las lágrimas.

Ahora entendía porque tanta insistencia de parte de su prometido de dar ese paso importante una noche antes, el porqué las nupcias el día de su cumpleaños, se acercó al lobo.

-¿Ya lo sabías? - con seriedad sentía como su mundo estaba a nada de colapsar, al no recibir respuesta - ¡Contéstame, Alexander!

-Si - con esa palabra el mundo de Jaredtih quedó destrozado, sentía un nudo en la garganta que le impedía respirar, lo único que pudo hacer es tomar el anillo de compromiso que yacía en su mano, se lo entregó.

-Estaba dispuesta a pasar la vida a tu lado, librar tus batallas como si fueran las mías, ser una buena esposa y luna de tu manada a pesar de tener solo 17, me iba a adentrar a ese mundo solo por ti. Pero actuaste pensando solo en ti, dejándome de lado, no te culpó "¿Qué va a saber esa niña de la vida?" - repitiendo las palabras que la han marcado toda su vida.

En ese momento la vida de Jaredith Balmis cambió, estaba dispuesta a encontrar ese mundo que veía desde el hombro de Alexander, se iba a aventurar a conocer los misterios que tiene esta vida, ella sola.

-¿Aceptas la responsabilidad de ser el guía de tu terrenal, conservar  el equilibrio que existe en ambos planetas, y seguir preservando el estatus de la ciudad celestial?

Jaredith estaba frente a frente con Zadquiel, era una ceremonia de iniciación muy privada. Solo estaban los arcángeles presenciando esta ceremonia rodeándolos , haciendo plegarias.

-Sí, acepto - la voz calmada de la chica resonó por todo el cuarto.

Norte, el líder de los terrenales  invitó a Zadquiel que tomara a Jaredith de las manos.

-Que así sea -  tras pronunciar estas palabras del líder de los terrenales, una luz blanca que provenía de las manos de Zadquiel comenzó a esparcirse por las manos de Jaredith, llenando cada una de sus células con energía celestial, deteniendo el ciclo celular de la vida, el envejecimiento, preservando así su apariencia.

>> -¡Vamos Jaredith! Las brujas están volviendo - gritaba Zadquiel alzando de nuevo la espada mientras murmuraba unas plegarias para descubrir los hechizos que estaban haciendo

-¡Ya voy! - la chica había aprovechado que estaban en un lugar con internet, estaba en su laptop tratando de enviar un trabajo de la materia de ciencias sociales al profesor encargado - está en un 60% tranquilo Zad, no podía no enviar ese trabajo es el 30% de mi calificación final, no quiero quedarme de repetidora<<

>> -Los quiero mucho- decía Jaredith tomando su sexto vaso de tequila con una sonrisa, estaban festejando el fin de exámenes finales con sus amigos/compañeros en la casa de uno de ellos. Había sido una semana muy tediosa para todos, más para ella, ya que algunas criaturas de Athikus se habían escapado varías veces.

-¿Estas nerviosa? - le preguntó su compañero estaban ambos en el closet, les tocó los 7 minutos en el paraíso.

-No, no lo estoy - si lo estaba, tenia 4 años de no besar a nadie. Antes  de que pudiera seguir en sus pensamientos sintió los labios del chico, el calor y los labios de su compañero la hizo despertar del shock, para continuarle el beso que fue subiendo de tono.

En eso algo la transportó al cuartel, ahí estaba Zadquiel, Norte y Sebastian. Otro guardián y Feus su terrenal, se  le bajó rápidamente el efecto del alcohol cuando vio la seriedad que traían todos.

-Te faltaban 6 minutos en el paraíso Jaredith, debimos llamarte cuando terminarán- decía Sebastian con una sonrisa sorna. La chica sintió como su rostro comenzaba a arder, sintió la mirada de su terrenal tratando de calmarla y la mirada seria de Norte.

-Ahorra tus comentarios Sebastián, para cuando acabe la misión - respondió mordazmente Norte mirándolo mal. <<

Entre tus alas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora