Siento que estoy cerca de algo, de una respuesta.
De una grande y muy importante respuesta.
Posiblemente una que aclare absolutamente todo.
Pero falta algo.
Falta una pequeña pieza.
Algo que bien podría ser muy pequeño pero muy importante.
Me he alejado por completo de todo, he dejado atrás a mis hermanos sólo por esto.
Volveré de todas formas, pero quiero volver con las soluciones a los problemas.
Tiene demasiado tiempo que no he pisado el palacio, igualmente he abandonado mis aposentos para que ni Rafael ni alguno de mis hermanos me encuentren.
He estado técnicamente escondido. Necesito estar solo y no deseo las preguntas ni cuestionamientos de Rafael.
Mientras más rápido consiga lo que quiero más rápido volveré.
Siento algo junto a mí, el brillo del metal de mi espada llama completamente mi atención mientras parece palpitar.
—¿Algo que decirme, Lux? — pregunto sin desviar la mirada de las hojas de mis manos.
—Vuelve — susurra.
—Creí que estaba de más explicarlo — comienzo cansado —. No puedo volver aún, he avanzado demasiado sobre todo este tema y si vuelvo ahora...
—Vuelve — repite interrumpiéndome.
—Lux...
—Volvieron.
Siento la palabra resonar en mi cabeza.
Volvieron.
Me paro del suelo y comienzo a correr lejos del lugar, tengo que ir directamente al palacio, pero hasta no salir del bosque no puedo emprender el vuelo.
Todo luce muy tranquilo por aquí. Por más que agudizo mi oído no escucho absolutamente nada que pudiera alarmarme, pero eso no me da tranquilidad. Las cosas están dichas.
Paso los últimos árboles e instantáneamente abro las alas.
No vuelo lo suficientemente alto como para mirar hasta el palacio, pero mientras voy en su dirección veo varios ángeles volar al lado contrario que yo.
Paso frente a mis aposentos y aviento hacia la ventana lo que traigo en las manos.
Por más importante que sea ir al palacio, esos papales son casi mi vida.
Vuelo más alto y veo el palacio, aparentemente no hay nada, no lo están atacando directamente por lo menos, sin embargo el caos de todo alrededor habla por sí solo.
Me apresuro y esquivo a cuanto ángel se me pone enfrente, odio darme cuenta que la valentía no es cosa de nuestra raza, sino de los más fuertes en ella.
Entro al palacio volando y no toco el piso hasta que no he entrado al salón.
Los tronos están protegiendo todos los ventanales y a papá, aunque bien todo está tranquilo alrededor.
No veo a nadie mas que ellos y papá.
—¿Dónde están? — pregunto acercándome al trono.
—Luzbel — dice él y escucho un destello de esperanza en su voz —. Nos están invadiendo...
—¿Quienes?
—Todos los caídos — responde Astaroth en su lugar —. Están entrando por el abismo, tus hermanos están ahí ya, deberías ir, pero te recomiendo ponerte algo encima, las cosas no están muy bien que digamos.
Doy la vuelta sobre mis propios pies y corro hacia una de las habitaciones en busca de alguna armadura que ponerme.
Sé que las cosas no van a acabar rápido, pero siento que cada segundo que pasa me carcome por dentro.
Me pongo la armadura, tomo un casco que encuentro y vuelvo a salir.
Todo sigue tranquilo, cosa que en parte me tranquiliza un poco. El lugar más importante sigue intacto, aunque de no hacer algo podría no durar así mucho tiempo.
(...)
Hacemos tanto como está en nuestras manos para no permitir que la pelea avance de donde estamos, sin embargo me es imposible de entender como son tantos contrincantes.
He buscado caras conocidas, pero no he visto ninguna. Tal vez porque ya hayan cambiado, o porque a los que busco no están aquí.
Un demonio me golpea y me saca de balance, sin embargo logro recuperarme y acabo por atravesarle el cuerpo con la espada.
Sigo avanzando mientras derribo a cuantos se cruzan en mi camino.
Sin embargo no logro llegar muy lejos cuando varios me acorralan organizados. Esto tal vez sea personal.
Me quedo quieto en el centro del círculo que me rodea, observo uno a uno listo para comenzar la pelea.
Yo no me muero hasta que no ganemos esto.
El problema es que los demonios están muy bien organizados, más de lo que contemplé, pues aunque logro atacar a dos, otros tres le suplen y acaban por someterme.
Intento liberarme del agarre, pero me es demasiado imposible. Sostienen mis alas tan fuerte que ni siquiera puedo hacer el intento de volar para librarme de esto.
—No te atrevas, maldita sea — amenazo a uno de ellos cuando entiendo lo que intentan hacer.
¿Cortar mis alas? ¿No es más fácil apuñalarme y tirarme a un lado?
Al demonio no le interesan mis amenazas, pues veo como alza la espada para hacer lo que quieren.
Estoy a punto de cerrar los ojos cuando algo ocurre.
No sé cómo llamarle, pero milagro no suena tan mal.
El demonio es derribado, y tan pronto sale de de mi trayectoria el ángel que lo ha empujado lo apuñala con una agilidad impresionante.
Se mueve tan rápido que puedo jurar soy el único que es consciente de lo que pasa, pues no deja transcurrir ni un segundo cuando dos de mis captores son derribados. Lo único que necesitaba para acabar de liberarme.
Me suelto por fin, termino con los últimos dos y me tomo el tiempo para mirar a mi salvador.
Trae un casco que le cubre más la cara que el que me he puesto yo, así que lo único que puedo mirar son sus ojos verdes pálidos.
Cosa que no me hace reconocerle, pues no conozco a todos los soldados de nuestro ejército.
Aunque sé que no voy a reconocerle me le quedo mirando más tiempo.
Cosa por la que tal vez decide quitarse el casco y dejarme mirarle.
Siento mi corazón detenerse. No sé cómo es posible, pero me quedo sin pulso. Todo a mi alrededor se detiene y parece desaparecer.
Su cabello oscuro se alborota con el viento, sus ojos se miran más intensos sin nada que le cubra el rostro, su expresión en bastante seria, pero me causa más intriga que cualquier otra cosa en el lugar.
Una chica.
Aquí.
En batalla.
La única, de eso estoy seguro.
Alguien me golpea y me regresa a la realidad.
Alcanzo a ver que ella sonríe por eso, vuelve a colocarse el casco y se adentra en la guerra sin más.
Me deshago del demonio que acaba de empujarme y lo último que miro de ella son sus alas negras.
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Almas perdidas
Paranormal*Libro cuarto. El encuentro en el bosque aquella tarde de Halloween no fue el inicio de la historia, sólo fue el reencuentro entre el pasado y el presente de dos almas con muchos sucesos olvidados en el tiempo. La realidad puede ser muy diferente a...