—¡Basta! — grita aterrizando a unos metros de donde vamos
—¡Fuiste tú! — bramo alzándolo de nuevo.
—Déjame en paz — se queja liberándose de mi agarre.
—¿Qué haces aquí? No puedes estar en este lugar. Tú caíste, ¡caíste con los demás!
—Ay, Luzbel, hay cosas que sigues sin entender.
—¿Por qué lo hiciste?
—Tengo mis razones.
—Te las estoy pidiendo — inquiero dándole un golpe en la cara que termina por tirarlo.
—Sólo estaba haciendo un favor — responde sin levantarse y limpiándose la sangre que le sale del labio.
—¿Un favor a quién?
—A un amigo.
—A qué maldito amigo — continúo y esta vez lo pateo.
—Haz lo que quieras, Luzbel, mátame si así lo deseas, pero respuestas mías no vas a obtener.
—¿Quién te mandó?
—No vas a querer ni imaginártelo.
—Fue Lilith, ¿no es cierto? Ella y Samael te enviaron a hacer esto.
—No, no fueron ellos, pero sí fue por ellos.
—¿Eso que significa?
—No lo sé, Luzbel, haz tus propios méritos.
—Van a desterrarlos, Gaderel. Van a desterrar a dos inocentes por tu culpa.
—Si pecaron entonces no son tan inocentes.
—Cayeron en tus mentiras, así que sólo son víctimas de tus provocaciones.
—Las víctimas no existen. Todos tienen cierto grado de culpa.
—No voy a volver a preguntarlo — advierto sacando la espada de su funda —. Dime quién te mandó.
—Por mí no lo sabrás — contesta un momento antes de esfumarse de donde estaba tirado.
—Intenta calmarte — pide Rafael cuando comienzo a quejarme.
—Calmarme. ¿Cómo voy a calmarme con esto? Se fue, desapareció de la nada. Necesito respuestas, necesito detener esto antes de que sea tarde.
—¿Quieres ir de nuevo al abismo?
—No ahora, no suena una buena idea...
—Entonces no hay mucho por hacer desde aquí arriba, sólo nos queda esperar a que algo más pase.
—Creo que mi padre está enojado últimamente, las cosas no han resultado de lo mejor de un tiempo para acá. La rebelión, Lilith, ahora esto... no sé qué más falta, pero nosotros no estamos haciendo nada para evitarlo. No estamos cumpliendo con nuestros puestos aquí.
—Creo que ninguno es el encargado de evitar las cosas que están pasando. No proclamaron a un guardián de humanos que cuidase que no cayeran en tentación... no es nuestra culpa tampoco.
—Las cosas están fluyendo como deben — agrega otra voz —. Las cosas pasan por algo. Todo. Siempre. Cosas buenas y malas, tragedias y felicidades. Todo pasa para darle el rumbo adecuado a la vida.
—Equilibrio — nomina Rafael —. Así le llama papá.
—Equilibrio — repite Abaddon —, eso mismo es.
—¿De verdad creen en eso? — pregunto mirando al piso —. ¿En verdad creen que el equilibrio existe? ¿Que todo es bueno y malo y se nivela siempre?
—¿Tú no?
—No. El equilibrio es una farsa, no hay forma de que exista tal cosa. Es la forma más fácil de hacerle pensar a los demás que las cosas malas pasan para nivelar tu vida. Tal vez porque no hay una explicación real del porqué no todo puede ser bueno.
—No lleves la contraria — me habla Abaddon —, no es bueno. No en este mundo, acóplate como los demás.
—Yo no soy como los demás, Abaddon, no lo soy.
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Almas perdidas
Paranormal*Libro cuarto. El encuentro en el bosque aquella tarde de Halloween no fue el inicio de la historia, sólo fue el reencuentro entre el pasado y el presente de dos almas con muchos sucesos olvidados en el tiempo. La realidad puede ser muy diferente a...