Capítulo 21: Mientras el lobo no está.

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ARES

Ella me tiene alucinado, es simplemente hermosa y tan increíble que me resulta extraño tenerla para mí. No puedo dejar de darle vueltas al asunto de que ahora es mía, puramente mía y yo soy suyo. Pertenecerle a alguien es lo raro de la situación y aún más raro es saber y sentir que no quieres ir a ningún otro lugar que no sea este.

Sophia se pasea por mi habitación explicándome cómo Kyline está rendida a los pies de Alex y yo no puedo evitar quedarme embobado mirándola. Es linda hasta para reírse a carcajadas. Además cuando le cuento que Alex últimamente anda cuidadoso de más en cuanto a su apariencia, me sonríe abiertamente, como una loca, una loca linda.

Se arrodilla en mi cama, donde estoy yo recostado contra el cabezal. Parece tan chica en el borde mientras se arregla la falda para que no se le vea nada, que me dan ganas de abrazarla y estrujarla. Gatea por el acolchado hacia mi y me mira directamente a los ojos, se muerde el labio, pensativa.

La tomo de la cintura, sorprendiéndola, y la coloco sobre mis piernas, ella me sonríe inocentemente. No puedo evitar estamparle un beso en los labios carnosos que tiene y ella me sigue la corriente por suerte.

Le acaricio los muslos a los lados de mi cadera lentamente, subo por su cintura y llego a su camisa. Me separo de ella para mirarla directamente a los ojos, pidiéndole permiso para poder proseguir. Ella asiente con los labios casi rojos e hinchados de los besos.

Se sostiene de mis caderas mientras yo le quito los primero botones de la cima. Entierro mi cara en su cuello y comienzo a besarla lentamente, ella lanza unos pequeños suspiros lo suficientemente altos para que yo los escuche.

—Eres tan... Tierna— murmuro besándole el comienzo descubierto del pecho.

Ella me acaricia el pelo y yo sonrío contra su piel. Es genial estar con alguien así, abrazados, en una tarde ventosa. Levanto mi cabeza de su tersa piel y la miro a los ojos, ella parece perdida, perdida por lo nuevo de todo esto.

La culpabilidad me carcome por dentro... Las llamadas no han cesado y yo no sé cómo podré decirle a él que me he encariñado con esta chica.

Sophia se tira a un lado de mí, se acurruca en mis costillas con la blusa semi abierta y la falda toda arrugada, entierra su cabeza en mi pecho, mientras que yo siento la necesidad de seguir tocándola. De hacerle de todo. Así que, para calmar la ansiedad, necesito prender un cigarrillo, aunque tan solo sea uno.

Estiro mi brazo hacia la mesita de luz y tomo la manilla del primer cajón, de allí sacó el encendedor y una caja entera de cigarrillos comunes y corrientes. Abro la caja y con el sonido, logro que Sophi me mire con el ceño fruncido. Se nota lo mucho que odia siquiera olerlo, pero si no lo fumo ahora comenzaré a sentirme mal. Está chica me tiene loco de remate.

—¿Por qué fumas?— me pregunta en voz baja mientras acaricia mi pecho, lo que no sabe es que es la primera vez que recibo el cariño así de una mujer. Con Amelie era todo mucho más rudo y frío, nada de mimos, nada de besos espontáneos...—Te vas a morir de cáncer de pulmón.

—Y tu de chusma— me río de su enojo a continuación, luego la miro—Fumo porque me sirve y me ayuda con la ansiedad.

—Pero eso es solo un engaño, de hecho, dicen que aumenta tu estado de ansiedad a grandes niveles— me informa de lo que ya sé mientras me mira a los ojos, seria. Lanzo una carcajada.

La tomo de la cintura y la subo para que que esté recostada sobre mí, con su cabeza en mi hombro y sus piernas en medio de las mías. Ahora puede oler el humo del cigarro de cerca.

—También dicen que la curiosidad mató al gato— le beso la coronilla mientras dejo reposar el tabaco. Ella frunce la nariz por el olor a porquería que hay cerca mío.

OXÍGENO PARA MÍ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora