Capítulo 25: Etiquetas.

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ARES

Sé lo que dije, sé lo que pensé alguna vez, sé contra lo que estoy yendo si hago esto, pero no puedo seguir viviendo mi vida para contentar a otros. Es todo una estupidez, ella me tiene loco, y lo puedo admitir porque me he cansado de ocultar siempre todo, absolutamente todo, lo que me pasa. Se siente como si no fuera yo el que está viviendo esta vida, como si fuera la marioneta de todos y pasara de un lado para otro a su gusto, sin siquiera pararme a pensar un segundo si es lo que quiero hacer. 

Sophia es una chica especial, tiene sus temas, sus problemas y sus traumas, pero de pronto ya no me importa nada, no me interesa si aún no ha superado a su ex novio, me puedo proponer la meta de enamorarla, a mi manera y hacer que deje de intentar suplantarlo a él por mí. No me tengo ni un poco de fe, ni siquiera sé si la quiero, pero sí sé que me gusta, aunque nunca intenté nada con nadie. Siento que volvemos al principio una y otra vez, yo intentando afrontar mis problemas de confianza en otros y ella... ella solo intenta sobrevivir a su propia mente. 

Me pone nervioso la idea de que un hombre mayor acaba de hablar de la muerte de su hija, como si fuera un partido de fútbol y tuviera que hacer un touchdown. Era frío y calculador, hablaba como si la decisión de quién vive o muere estuviera en sus manos, o como si le corriera más sangre por las manos de la que está dispuesto a admitir. 

Matar a tu propia hija... es de locos. Y por dinero. Es simplemente patético.

Observo a Sophia saludar a un par de empresarios aquí y allá, siempre haciendo buena letra, respondiendo preguntas de ambas empresas, la de su abuelo y su padre. No me gusta nada que deba hacer eso, el tipejo no se lo merece, es de locos que ande por ahí halagándolo, pero por otro lado entiendo el por qué, su hermano es el heredero después de todo. 

Mi amigo se sienta a mi lado en la mesa donde tomo una copa de champan, otra vez.

 —Se han peleado ¿No es así?— me pregunta Michael, tomando un sorbo de una botella de cerveza que de seguro robó de la cocina de los Leavitt— Está rara últimamente, como... distraída. No sé, tal vez solo sea mi impresión, siento que la he descuidado un poco, no me hagas caso— está intentando sacarme información de la vida de su hermana, lo capto.

—Nos hemos peleado, pero lo solucionamos— le explico mirándola fijo. Ahora se dirige hacia un grupo de jóvenes iguales a ella, me pone los pelos de punta cuando los veo abrazarla efusivamente, le toman de la cintura y la aprietan contra sus cuerpos— Lo estoy intentando, lamento no habértelo informado, no quería hacer un espectáculo de todo esto.

—Está bien— se encoge de hombros, pero siento su nerviosismo— Solo... Ten cuidado, no quiero que...— se detiene, sopesando sus palabras— no quiero que recaiga y que esas ideas locas vuelvan a su cabeza, porque supongo que ya te contó sobre todo su pasado ¿no?— y a eso yo le llamo una advertencia.

—Sí, me ha contado, pero lo comprendo y también te entiendo— lo observo, no parece tener muchas ganas de vivir hoy, claramente le pasa algo.

—Tienes veintidós años y ella recién dieciocho, supongo y espero que seas lo suficientemente maduro para dejarla ir en cuanto las cosas se pongan feas, porque créeme cuando te digo que puede ser demasiado desagradable para ella— me advierte, yo me pongo nervioso con la idea de dejarla ir desde ya, ni siquiera hemos empezado algo nuevamente y él ya me está pidiendo que la  deje a tiempo, sin dudar un segundo que no vamos a durar mucho. Entonces le cae un mensaje y noto la ansiedad con la que toma el dispositivo de su bolsillo— Katherine me tiene dando vueltas como un loco. La amo, pero hay veces que me gustaría que se quedara un poco quieta. 

—¿Celos? Siempre tienes un problema de celos, eres un tipo demasiado pesado con eso, hermano— me río de él, mientras que observo a su hermana hablar con su abuelo, entonces me percibe mirándola y se voltea a verme, me dedica una sonrisa— Deberías tranquilizarte con ella, no seas posesivo.

OXÍGENO PARA MÍ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora