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Seokmin

Su madre acariciaba su cabello mientras hablaba con otras mujeres de su misma edad. La fiesta se había convertido en un tormento, era más un combate entre quién tenía el mejor hijo con los mejores logros que un compartir amistoso.

Su inquietud lo alcanzó por lo que pidió permiso para irse. Caminó de prisa hasta su hermano, al menos Seungcheol era alguien sincero y lo comprendía. Pero, cuando miró a su dirección ya era algo tarde. Su hermano estaba corriendo fuera del edificio sin detenerse. Comenzó a correr y gritó.

– ¡Seungcheol detente! ¡No huyas! – siguió corriendo hasta que sintió sus pies enterrarse en la arena. ¿Arena? ¿Ya estaba en la playa? Sus pies dejaron de moverse y una brisa fuerte lo empujó de frente provocando que casi cayera de cara al suelo. Sintió cómo una mano lo agarraba impidiendo que cayese.

« No vayas detrás de él. » sus ojos se abrieron de golpe. Giró su cabeza en mil direcciones pero estaba solo, ni siquiera su padre lo seguía. No había nadie. « No vayas detrás de él. » repitió y esa vez le hizo caso. No sabía qué hacer pero la voz se escuchaba tan reconfortante, tranquila y suave.

« Ve a tu derecha despacio. Al final del camino lo encontrarás. Haz lo que diga tu corazón. » hizo lo que dijo la voz y al final del camino vio una silueta hundiéndose a lo lejos dentro del agua. Supo que era su hermano y no dudó en correr al agua. Por un momento ignoró su miedo a las profundidades y lo empezó a sacar del agua.

Ya en la orilla su garganta empezó a secarse la nada. « Sé valiente. » escuchó gritos, eran gritos desgarradores. Eran mil voces diciéndole mil palabras a la vez, su cabeza empezó a dar vueltas. Sus ojos se cerraron por los mareos que aparecieron y atacaron de la nada. Sus manos tenían pequeñas gotas de sangre, quería gritar pero cuando iba a serlo sintió cómo un hilo de sangre bajó por su boca hasta caer al suelo. « Tranquilo, duerme. » fue lo último que escuchó hasta caer justo al lado de su hermano. No pudo ver ni escuchar nada más.

Con sus manos temblando pudo terminar de recoger el último pedazo de cristal. Seungcheol fue muy bueno con él, aún tenía una pequeña sospecha de que lo tachaba por loco pero decidió escuchar a la voz que tenía en su interior. Pensaba que estaba siendo un poco débil ante la voz desconocida que habitaba en él hace ya unas semanas.

– Deberías alistarte. Bajaré y nos prepararé desayuno, los señores están de viaje. – dijo Seungcheol para salir de su habitación. Seokmin asintió y dejó que llamara a sus padres "señores". Sabía que su hermano y sus padres tenían una batalla constante que los agotaba, no quería intervenir en el asunto.

Dejó de espaciarse y entró a la ducha. Abrió el agua y cada una de las gotas paseaba lentamente por cada esquina de su cuerpo, sentía caricias en su cuello, brazos y rostro. Con ambas manos masajeó su cuero cabelludo dándose alivio luego del fuerte dolor de cabeza que empezaba a sentir.

Su cabeza mantenía las mismas preguntas sin respuestas; ¿por qué había sangrado de la nada? ¿Qué eran esos gritos? ¿Por qué no recuerda lo que hizo los días después de aquel día en la playa?

Luego de unos minutos, ya vestido, bajó hasta su hermano para desayunar. Tenía un pequeño presentimiento de que algo pasaría mas no le importó cuando tuvo una taza de café frente a él junto un omelette y tocino.

– Gracias. – sonrió recibiendo allá acción de vuelta. Ambos desayunaron en silencio. Estaban muy ocupados en sus pensamientos y en aquellas voces que nacieron de la nada. ¿Qué eran?

Pasaron al menos diez minutos cuando se pusieron en marcha y salieron de la casa. El colegio al que asistían no estaba tan lejos de su casa aún así debían llegar temprano.

Al entrar todo en el edificio se sentía distinto. Era el mismo lugar con las mismas personas pero una sensación rara, un tiempo diferente. Seokmin se sentía de esa manera y sabía que no era el único. Seungcheol miraba todo el lugar con el ceño fruncido, él solo frunce el ceño cuando está en peligro o siente inquietud de algo.

Al final del pasillo estaban sus amigos. Los hermanos, a pesar de que se llevaban dos años, siempre andaban juntos y tenían amigos en común.

– ¿Qué te sucedió en el cabello? – preguntó uno de ellos en forma burlona.

– No tengo idea. – respondió con una leve sonrisa. Seokmin vio el rostro de su hermano y supo que algo estaba pasándole, normalmente siempre está alegre o sonriendo.

– Y a ti, ¿qué le pasó al tatuaje que tenías en el cuello? – los ojos de Seokmin se abrieron lo más que pudieron. Solía tener detrás del cuello un tatuaje pequeño de una flor con espinas alrededor de un micrófono y ahora no está. – Juraría que ayer lo vi. Incluso lo toqué para molestarte.

– Yo... – la campana de entrada sonó. Su cuerpo se sintió ansioso, quería salir de ahí y encerrarse en algún lugar. Escapar de lo que sea que estuviese sintiendo.

– Nos vemos luego. – dijeron los amigos al dispersarse e irse cada uno a su salón.

– ¿Tampoco tienes el tuyo? ¿Dónde está el de la muñeca? – miró su muñeca y tampoco lo tenía. La flecha rodeando a un corazón roto había desparecido. – Tranquilo. No te preocupes, yo tampoco tengo los míos. Sé que es preocupante pero ya llegaremos al fondo de esto. Sé que podremos, ¿estás bien? – asintió preocupado por la situación y lo único que pudo hacer fue ir a su salón y sentarse. No había ninguna idea en su cabeza y estaba completamente desconectado de su alrededor.

¿Qué me está pasando? ¿Acaso me estoy volviendo loco?

– Seokmin.

¿Por qué todo está sintiéndose tan diferente?

Seokmin.

¿Por qué siento que se me va el aire?

« Despierta Seokmin. No te hagas daño. » La voz de antes lo hizo volver a la realidad. Sus ojos se dirigieron al hombre que estaba parado frente a él. Maldijo por lo bajo cuando vio a su profesor apuntándole con el marcador.

– ¿Acaso está sordo señor Choi?

– Perdón.

– Que no vuelva a pasar.

Volvió a su clase. Algo en el cerebro de Seokmin le hizo entender que quizás la voz no es tan mala como pensaba. En todas las ocaciones que apareció simplemente le ayudó.

Me estás volviendo un poco loco. ¿Quién eres? ¿Por qué apareces a veces? ¿Qué eres?

« Demasiadas preguntas en un instante. » su corazón se detuvo por un minuto al escuchar la voz otra vez, y esta vez juró escuchar una pequeña risa al final de la oración. No pudo creer que le hubiese respondido.

¿Me puedes responder al menos una? – estuvo un largo rato en silencio, no escuchaba nada y se iba a dar por vencido. Hasta que su oreja sintió un hormigueo.

« Por ahora solo diré que no será la última vez que hablaré contigo. »

– ¿Estás loco? Llevas rato hablando solo. – rió su mejor amigo al pasar la página del libro que Seokmin ni siquiera había abierto. – Oye, te ves algo raro, ¿estás bien?

– Estoy bien Seungkwan, y no es estar loco, me intentaba acordar de algo.

– ¿Qué le pasó a tu mano? – ocultó su mano diciéndole que no fue nada grave. – Mmm, bien. Y dime, ¿quién es ese? – preguntó señalando el cuaderno de su amigo. Seokmin siguió el dedo hasta ver la página. Sus ojos dejaron de parpadear y sus manos temblaban. ¿De quién era ese rostro? ¿Quién era ese hombre que había dibujado?

Voces [Seoksoo/Jeongcheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora