449 75 2
                                    

Seokmin

Su cuaderno estaba algo maltratado, no tenía lápiz con el cual dibujar por lo que pasaba las páginas una y otra vez. No encontraba un patrón. Suspiró al mirar los árboles, caminó hasta ellos tocando cada grieta que tenían, cada línea que los caracterizaba. Tal como una huella, única en su clase. Sobando la madera áspera pensó en lo peligroso que podría ser quedarse en ese lugar. Pensó en decirle a su hermano que la mejor idea era irse, sin embargo, Seungcheol no se encontraba por ningún lado. Solo habían sonidos de aves y las hojas moviéndose al unísono. Pequeñas gotas de lluvia inocentes cayeron en su rostro deslizándose por sus mejillas hasta caer en una página blanca de su cuaderno. No podía dibujar ya que su lápiz se había roto, pero las gotas cambiaron de ser agua a tinta negra. Trazando un nuevo capítulo en su vida.

No entendía dónde había visto esa habitación que las gotas habían dibujado pero se veía tan reconocida. Parecía conocerla como la palma de su mano, justo como el abecedario. La tinta seguía recorriendo toda la página añadiendo más elementos al marco. Una puerta de madera entrecerrada fue dibujada en medio de la sala. Una silueta estaba al otro lado intentando entrar parecía huir algo porque estaba llorando en desesperación.

Otra vez oyó los gritos.

Eran gritos sofocados. Gritos que quemaban todo su ser haciéndole sentir miserable al no poder hacer nada. Sentía su alma siendo raspada con garras de hierro recién afiladas, una y otra vez.

Pasó la página para que la tinta siguiera corriendo. Un camino apareció en medio de la nada, el sol alumbraba ciertas partes del camino dejando el resto en medio de sombras. A lo lejos del plano, justo al final, apareció una figura. Sus ojos dejaron de parpadear por unos cuantos segundos, la sombra tomó forma humana, delicada y esbelta. La extraña figura abrió sus brazos con confianza emanando seguridad. Inseguro de lo que veía decidió acercar su dedo al dibujo pero se detuvo.

Escuchó unos susurros provenir del papel. Acercando esta vez su oído pudo entender lo que le decían: "Vuelve a casa."

Bufó riéndose en su dolor. Sus pensamientos ayudaron a que su ansiedad regresara. Últimamente había algo inquietante en la palabra "casa." ¿A dónde pertenecía realmente? ¿A dónde van las personas que no encajan en ningún lugar?

Alguien alguna vez le dijo que siempre hay más de una manera de ver las cosas. Que intentar estar en un lugar y pertenecer a él nunca era la clave. Lo correcto era dejar de encajar. Dejar las apariencias, la hipocresía con uno mismo. Encajar significaba rebajar al nivel de ciertas personas, el valor de una persona se veía afectado por la ansías de integrarse a las preferencias de unos cuantos individuos. Al volverse en contra de esas reglas socialistas su alma se volvía libre. Al ser libre, el alma podía recibir burlas, abusos e incluso nombres como "rebelde" pero, ¿realmente molestaba tener un apodo tan real y poderoso?

Los susurros del dibujo seguían siendo los mismos. La misma oración una y otra vez. ¿Qué podía hacer? ¿Dónde podía empezar a buscar?

– ¿Hay algo que pueda hacer? – suplicó en un susurro. Debía haber una respuesta o al menos una posibilidad de que tuviera opción. Quería encontrar su hogar.

Los susurros empezaron de nuevo, aunque ahora iban de manera apresurara. "Conoce la verdad". Una y otra vez era lo mismo. ¿Qué verdad? La voz del dibujo comenzó a volverse más fuerte convirtiéndose en gritos. "Busca la verdad". ¿La verdad? ¿Acaso algo de lo que vivía era una mentira?

« Es suficiente. » por primera vez ignoró la voz de su cabeza. ¿Podría ser real? ¿En serio vivía una mentira? « Seokmin detente. Hazme caso. » iba a ceder, iba a escuchar pero no pudo. Tuvo que recostar su cabeza por el fuerte dolor que le inundó. Su cabeza repetía el mismo nombre una y otra vez. Jisoo. ¿Por qué decía el nombre de su voz? Sabía su nombre, veía su rostro, ¿cómo podía verlo? ¿No era solo imaginario? ¿Quién eres, Jisoo?

¿Por qué te puedo sentir?

Su cuaderno se mantuvo en el suelo. Sintió un golpe de aire llenar sus pulmones. Soñar se había vuelto un juego sin olvidar que la realidad irónicamente se había vuelto irreal. Una manipulación y un desgaste mental.

– Jisoo... – las palabras de su hermano se detuvieron al escucharlo.

– Seokmin, ¿quién es Jisoo?

– No recuerdo. – susurró. Se levantó sin fuerzas, agotado de lo que sea que lo estuviese drenando. Sus ideas estaban gastadas al igual que su buen estado mental. Quería estar acostado en su cama, olvidarse de lo demás. Justo en su... – hogar.

– ¿Hogar?

– Seungcheol hay que regresar. – se acercó con velocidad, agarró su camisa estrujándola con su tacto desesperado. – Tenemos que volver a aquel lugar.

– Estamos perdidos, aún si intentáramos regresar se haría cuesta arriba.

– Pero no estamos solos. Tenemos a las voces. Ellos nos podrán ayudar, nos sacarán de aquí. Podremos recuperar lo que perdimos. – sin darse cuenta lo único que se escuchaba eran sus sollozos. Sus lágrimas fueron rebeldes, caían de forma burlona y por más que las intentaba frenar ellas seguían retándolo. Lloraba de la impotencia, del tener el poder de hacer algo pero no saber ejecutarlo. Creía que era débil. Todo un fracaso.

– Seokmin, no llores. Encontraremos un camino, estoy seguro que tu voz y la mía nos ayudarán. Sé valiente, después de todo mira hasta donde hemos llegado, nunca hubiera hecho esto sin ti. – ambos sonrieron vagamente iniciando de nuevo su caminar, esta vez en dirección contraria. Volverían. Regresarían al lugar del cual habían, de alguna manera, escapado.

– Ayúdame Jisoo. Siento que no puedo seguir. Siento que algo me falta.

La voz no respondió.

Quizás estaba cansado de que Seokmin siempre le pidiera ayuda o consejos, y lo entendía por completo. Solía ser muy curioso y eso molestaba a las personas, en este caso supo que podía molestar a las voces de su mente por igual.

Perdón por ser tan insoportable. ¿Sabes? Cuando era más pequeño mi madre siempre decía que podía ser un abogado. Hacía demasiadas preguntas y muchas de ellas me las respondía yo mismo. – soltó una leve carcajada, ignorando la mirada extrañada de su hermano continuó hablando. – ¿Puedo preguntarte algo?

De nuevo no hubo respuesta.

Su mirada dejó de estar puesta en el camino para dirigirse a sus manos. Estaba algo triste, la voz le caía bien. Su sentido de curiosidad cosquilleó su ser. Pudo ver el rostro, el cuerpo, la mirada serena, escuchar su voz y saber su nombre. Pero, por lo que sabía, un cerebro no inventa rostros. ¿Dónde había visto a un ser tan real? ¿Dónde había visto esa mirada tan penetrante emanante de fuego liberador?

¿Estoy volviéndome loco?

« Cariño, todos tienen una taza de locura en su ser. La "normalidad" es un simple pretexto creado por aquellos que quieren atar su verdadero ser para someterse a los criterios de una sociedad. Si no existiese la locura, ¿quién podría realmente decir lo que es tener un sano juicio? ¿No te has puesto a pensar que quizás los "lunáticos" son las personas más normales que aquellos con toda la cordura del mundo? »

– Me respondiste... ¿no estás molesto conmigo?

« Nunca podría molestarme contigo. »

Voces [Seoksoo/Jeongcheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora