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Seungcheol

Las risas adornaban el lugar, el olor a café inundaba los pulmones de todos presentes y el sentir del invierno era más que presencial. Sus ojos viajaron por todo el lugar como si buscara a alguien. Sabía que estaba soñando por lo que Jeonghan debía estar por alguna parte.

Y tuvo razón. Allí estaba sentando solo en una mesa con algo que parecía ser chocolate caliente.

– ¿Vienes o te quedarás observando? – preguntó Jeonghan al dar el primer sorbo de su chocolate caliente. Seungcheol se acercó a la mesa con cautela sentándose al frente. – Estás hecho un desastre en esa cabeza tuya cariño, cuéntame tus dudas. – sus manos soltaron la taza para tomar las de Seungcheol. El par de ojos marrones de Jeonghan lo observaban con detenimiento y juró poder perderse en ellos, al mirarlos sintió un escalofrío; miles de alfileres recorrer cada parte de su ser. Era un sentir familiar, como si ya hubiese visto esas pupilas hace mucho tiempo. Incluso quiso atreverse y decir que ese par de estrellas en aquel rostro era lo más bello que alguna vez haya visto.

– Ya ni siquiera sé qué decir. Sabes mi pregunta.

– Entre todas las que puedes hacerme aún deseas saber dónde me has visto. – sonrió siguiendo en la misma posición. – No has cambiado en nada. – el ceño de Seungcheol se frunció al igual que su nariz.

– Dices cosas así y luego esperas que no crezca la duda. ¿Por qué eres todo un misterio?

– Te dije que era una caja llena de sorpresas. – guiñó su ojo derecho poniéndose de pie hasta sentarse al lado del pelinegro. – Quieres saber sobre el tema de Seungkwan, la desaparición de tus padres, lo que pasó con la villa Chun e incluso entender el porqué todos dicen que no ha llegado el momento, pero aún así quieres saber dónde nos hemos visto, por encima de todo estoy yo. ¿Por qué te haces esto?

– ¿Como que por qué? No tengo respuesta para eso simplemente llegas hasta lo profundo de mi ser llenándome de intriga. ¿Eres familiar con ese tema? Los humanos tendemos a querer lo que se nos hace difícil.

– ¿Dices que soy difícil?

– Eres todo un enigma y yo un simple tonto que no sigue pistas.

La sonrisa perfectamente alineada de Jeonghan se hizo presente, su cuerpo se acercó al de Seungcheol hasta borrar el espacio que existía entre ellos. Con el par de brazos rodeando toda su cintura el pelinegro sintió un leve mareo. Era muy familiar, demasiado para su gusto.

– ¿Es normal que esto se sienta más que bien? – Jeonghan acomodó su cabeza de manera que aún abrazándolo podía mirarlo cara a cara. La cercanía de sus rostros era demasiada que en un despite sus narices lograron rozarse, y así se quedaron. – El tacto, tus ojos, tu mirada; todo se hace muy conocido. Más de lo que podría imaginarme... se siente como...

– ¿Un hogar? – Seungcheol sonrió ante la cercanía y la respuesta. No quería alejarse.

– ¿Qué hay del silbido que solía escucha en mis sueños? – soltó de repente.

– Vaya, una pregunta que sí te puedo responder. – sonrió alejándose un poco sin apartarse del abrazo. – El silbido refleja tus miedos, todos tenemos miedo alguna vez, sin embargo, los tuyos se unieron queriendo matarte en tus sueños. Nunca te enseñaron a pelear contra tus miedos, nunca supiste cómo enfrentarlos por lo que tu consciencia huía de ellos y eso les dió ventaja. Tu mente estaba siendo controlada poco a poco por tu impotencia.

– ¿Y por qué ya no lo escucho?

– Porque aprendiste a controlarlo. No te has dado cuenta pero cada vez que sueñas conmigo es porque así lo deseas, si estoy el silbido no aparecerá porque a mí no me tienes miedo.

– ¿Quieres decir que mi conciencia desea soñar contigo? – el chico sonrió con orgullo mientras asentía.

Era increíble el como de la nada una voz de su mente se había convertido en un ser que lo llenaba de emociones diversas a medida que los minutos pasaban. No sabía para qué estaba en su vida, lo que sí sabía era que no lo quería lejos.

– ¿Cuán lejos estoy del final?

– Vas a mitad.

– Queda mucho aún. ¿Crees que soportaré hasta que este desastre termine?

– ¿Vale la pena rendirse ahora? Has soportado muchas cosas para llegar aquí, rendirte ahora hará que este proceso sea en vano y tú no eres un cobarde que se da por vencido fácilmente. – atrajo la barbilla del pelinegro hacia él regresándolos a la posición de antes, sin embargo, la cercanía pasó de un simple roce de narices. Los labios de ambos se unieron por unos cuantos segundos, fue un toque delicado de poca duración pero de él emanó la adrenalina que volvió a Seungcheol loco. – Vale la pena seguir.

Al despertar sintió su corazón a mil por segundo, su respiración era acelerada y sus ojos dejaron de parpadear por unos segundos. Era inusual lo que acababa de pasar, ese toque no se sintió nuevo, en cambio, se sintió cómodo, como algo que sucedía diariamente.

Miró por la ventana cerciorándose de que el día había llegado. La brisa fría entró por la ventana moviendo la fina cortina que la tapaba. Tiritó un poco antes de salir de la habitación, al salir encontró a Minghao hablando con Mihyu.

– Recuerda cepillarte con pequeños círculos y procura cepillar tu lengua con cuidado. – Mihyu asintió a las indicaciones para correr dentro del baño. – Buenos días a ti. – dijo regalándole una amplia sonrisa mañanera.

– Buenos días. ¿Están despiertos los demás?

– Seungkwan fue a comprar algunas cosas, dijo que volvería en una hora. Vernon maneja una situación con la villa. Mingyu está haciendo el desayuno y tu hermano está sentado en el comedor con su cuaderno.

– Gracias. – hizo una leve reverencia y bajó cada uno de los escalones hasta el primer piso. Al llegar al comedor vio a su hermano con los ojos cerrados trazando líneas y círculos en una hoja en blanco. – Veo que llegó la inspiración.

– Ya ni siquiera la necesito. He estado dibujando exactamente lo mismo una y otra vez en cuatro páginas diferentes. Ésta es mi última página y sigo dibujando lo mismo. Por suerte Seungkwan se ofreció a comprarme otro cuaderno, pero no quiero arruinarlo dibujando exactamente lo mismo como en este. – volteó el cuaderno de un lado al otro pero no entendía lo que significaba. – Oye, ¿aún tienes la llave? – Seungcheol frunció el ceño ladeando la cabeza. Se había olvidado por completo de esa llave.

– La había guardado en mi pantalón y luego en la mochila. ¿La necesitas?

– Por favor. – corrió a buscarla. ¿Cómo era posible olvidarse de esa llave?

– Ten. – dijo luego de estar dos minutos buscando la mochila y otros dos buscando la llave.

Seokmin observó la llave de arriba a abajo, cada una de sus esquinas, parecía querer encontrar algo.

– Ajá, aquí está. – arrancó las cuatro páginas en donde estaba el mismo dibujo, puso la llave encima de ellas y esperó. Al cabo de un minuto el grafito comenzó a moverse creando líneas uniformes y un paisaje. Del desastre salió una casa; la misma que Seokmin había dibujado. La casa del bosque. – ¿Qué tanto tiene esa casa y esa puerta?

– Toda la verdad está en esa casa, ¿será que de ahí provenimos?

– ¿De qué hablas?

– No tengo idea pero, ¿no te parece muy raro que cada vez que vemos o imaginamos esa casa algo extraño pasa? Es obvio que debemos saber lo que hay detrás de esa puerta.

– Seungcheol, la curiosidad mató al gato.

– Ya yo estoy diez metros bajo tierra querido hermano.

Voces [Seoksoo/Jeongcheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora