Solas en casa

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Una de las cosas que son más contradictorias en mi, son los sentimientos que llegan hacia mi cuando pienso en mi adorada Jennie, nunca he considerado una palabra como la bipolaridad tan literal, sin embargo podría comparar mis sentimientos con aquella palabra a la que de cierta manera considero peligrosa. ¿Por que? La razón más precisa, es que siento que para saber aquello, las personas necesitan conocer un diagnostico, explícitamente impuesto por un psicólogo o psiquiatra, pero dejando eso de lado, la comparación más afirmativa y precisa permitiendo explicar mi punto es aquella palabra. Jennie marco mi corazón de aquellas dos formas. Al mantener su recuerdo presente podía imaginar a la misma con una sonrisa en los labios, nunca negaré que aquella energía que su cuerpo me transmitía me hacía sentir viva, podría decirse que incluso parte de mí sentía que a su lado mis sueños más profundos tenían la capacidad de cumplirse, pero por otra lado, parte de mí siempre sintió rencor hacia ella, hacia aquel espíritu libre y oprimido, nunca sabré sus razones, tal vez aquello es por que nunca me sentí lo suficientemente capaz para llegar a preguntárselo, era una completa cobarde en definitiva.

Aquel día como otros, de los cuales ya se me habían empezado hacer costumbre, acudí a la casa de Jennie, no teníamos planes en conciso, pero eso me daba igual, de hecho con el tiempo, y se podría decir que gracia a ella, y no en buen plan, empecé a cambiar, casi de una manera radical, siempre me había gustado ser una persona muy ordenada, desde los apuntes que tomaba en mis cuadernos a mi habitación, todo en un perfecto orden, incluso cuando salía con mis amigas me gustaba saber a donde iríamos y cuánto tiempo nos quedaríamos, me gustaba cronometrar el tiempo y siempre estar a tiempo.

Sin embargo a lado de Jennie el tiempo en si parecía fugaz, el tiempo corría y mi corazón nunca se asustaba, a veces podía sentirme osada y hasta casi valiente.

Como aquel día en su casa.

Casi como una rutina, un muy divertida, llegaba al lugar e íbamos directamente a su habitación, a pesar de que no había nadie en casa nos asegurábamos de cerrar la puerta con seguro.

Para mí fortuna aquel día era viernes por la tarde y aún recuerdo que a diferencia de otros días, ese en especial hacía que me sintiera menos nerviosa, y más en la época cuando estaba a punto de acabar el colegio, y mi padre dejó de llegar esos días a casa, el trabajo cada vez era más pesado y él se había entregado cada vez más a él, a mi madre de hecho ni siquiera pareció importarle, y aunque me da un poco de lástima comentarlo a mí tampoco me afecto, supongo que para ese entonces yo ya me había acostumbrado demasiado a su ausencia, así que ahora también me dio igual.

Pero recalcando lo anterior, lo bueno de aquello fue que a diferencia de mi padre a mi madre le importaba poco mi hora de llegada, tal vez también podría culpar de cierta manera a su sueño pesado.

Las primeras veces que me drogue con Jennie, puedo confirmar que de hecho fueron las mejores, sin embargo también puedo garantizar que mi falta de conocimiento en eso, fuera una gran fuente desastre, por qué si el pánico llegaba, era sumamente complicado hacer que se fuera.

Pero al igual que siempre, podría decir que en eso y en muchos aspectos más, Jennie sabía cómo manejarme, a veces incluso llegué a considerar que era un ángel que había sido enviada hasta mi.

La música sonaba, y como les dije antes una intranquilidad llegó a mi, las miles de imaginaciones, haciéndome creer, que sería descubierta.

-Eres demasiado dulce, mi querida Rose- había dicho acariciando mi rostro -Se podría decir que siento celos , cuando te pones así, hace tanto que la marihuana ya no actúa en mi sistema de aquella magnitud, intenta disfrutarlo... luego entenderás el por qué.

Es gracioso que a pesar de todo lo que llegue a pasar aún le doy la razón a Jennie, y tal vez la odio por eso, ella siempre tenía razón.

Más tarde entendería sus palabras.

-Tengo miedo- susurre casi con el cuerpo temblarte.

Y Jennie solo se limitó a sonreír, y no en manera de burla, es más como si sintiera compasión de mi.

-Todo está en tu mente, me escuchas- levemente toco con su dedo anular el lateral de mi cabeza -Todo está ahí, a tu alrededor todo sigue igual, nada cambia, solo tú cambias.

Aquella tarde fue la primera vez que Jennie me miró de aquella manera.

Con sus ojos tan abiertos y llenos de incertidumbre, sin decir palabra alguna, solo se inclinó hasta mi, lo que seguiría después fue algo que no podría predecir.

Dejó un suave y tierno beso en mis labios, beso que hizo que todo a mi alrededor desapareciera, el miedo, los nervios, incluso las inseguridades.

Y al igual que siempre, sus labios sabían dulces. Es gracioso como después de cada beso acababa por cuestionarme que era lo que había pasado, y si quizá mi mente como en cientos de noches de soledad no había imaginado aquel suceso.

Pero, sin darme tiempo u opción para cuestionar las razones, volvió hacerlo, pero ahora fue más profundo, más pegajoso y sonoro, acariciando mis mejillas.

Ella era cálida, su olor era fresco, y su cabello suave.

Podía sentir su cuerpo chocando con el mío, cada vez más cerca y fuerte, jamás había deseado a alguien como la deseaba a ella. Incluso podían llamarme dependiente, hubiera hecho lo que Jennie me pudiera, lo que sea, para hacerla feliz.

Mi manos ahora se habían tomado dirección hacia sus obligó, escabulléndose bajo su blusa, y entrado con descaro.

Como si nada pasara Jennie continuo besado mis labios, podía sentir como su piel quemaba contra la mía, como el roce de mis dedos contra su cuerpo producían una electricidad que se me haría complicada explicarla en palabras.

Su piel era suave y pálida, incluso por aquel entonces la podría llamar pura, intachable, intocable.

Había desarrollado una adicción, a sus labios y cuerpo, pero en especial a sus pechos.

Amaba lo suaves que podían ser, como se sentían contra mis manos, y la sensación que aquel rose provocaba en su cuerpo.

Mientras acariciaba sus pezones, ella pegaba su rostro contra el mío, y suspira, casi gemía.

Mis piernas se comprimían ante la idea de hacerla sentir así, sus mejillas se ruborizaban.

Nuestros cuerpos se habían tumbado sobre la cama, ahora moría de ganas por quitar su blusa y dejar besos en toda la extensión de su torso, de chupar cada parte de la que estaba deseosa.

Nuestras piernas se entrelazaron, nuestros cuerpos permanecían cercanos.

Y Jennie subió sobre mi, había empezado a fregar su intimidad contra la mía, su cabello caía como una bella cortina. Moviéndose de la misma manera que su cuerpo, sin darme cuenta había empezado a gemir, el rose producía una extraña satisfacción en mi, podía sentir como el fuego inundaba todo mi cuerpo, incluso como mi intimidad se llenaba de líquido lubricador, cada movimiento de vaivén era mejor, cada rose más delirante, y su imagen, cerrando sus ojos y disfrutando tanto como yo solo lo volvían perfecto.

Su rostro y su perfecto cuerpo.

Mis piernas temblaban, mi vagina de comprimía, y mis manos habían vuelto a tocar sus mágicos pechos, otro gemido más, otro movimiento más, y sus labios sobre los míos, aquello me hizo tener un orgasmo.

Aquello solo era el principio, lo pude ver es sus ojos, había llevado sus manos hasta el borde de su camisa, lista para retirarla.

Pero fue cuando la puerta de su casa sonó, alguien había llegado.

En un par de segundos su expresión cambió por completo, todo su ser parecía volver a la realidad quizá, alejándose, sin decir palabra alguna, quizá llena de arrepentimiento, avergonzada.

Así era ella.

-Deberías irte- Dijo sin siquiera mirarme a la cara -Es tarde... no lo crees- Aun después de tanto, no puedo llegar a identificar qué fue lo que más dolió, la forma en la que lo dijo, su mirada o su simple indiferencia. Ella jugaba conmigo, así como lo hacía con los demás.

RESILIENCIA|+18|Jennie x Rose Donde viven las historias. Descúbrelo ahora