Capítulo 10: Regreso

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La excursión no era visitar Yucatán, solamente era observar el parque arqueológico de una de las 7 maravillas del mundo moderno.

Una vez amaneció, todos abordaron el camión para ir de regreso a casa.

Esta vez, el viaje iba a ser más pesado por que sería de día.

Claro que el que quisiera dormir, estaba en todo su derecho de hacerlo.

Algo así como lo que intento Alejandro.

Y por supuesto que sus amigos no lo permitieron.

Afortunadamente se la pasaron mejor que el viaje de ida, pues encontraron la forma de crear algunos juegos que los mantuvieron divertidos la mayoría del viaje.

Cuando llegaron al punto de reunión y conforme se iban bajando, también comenzaron a irse.

—¿Entonces?, ¿Cuando va ser el día en que nos volveremos a reunir todos?. —Pregunta seriamente Alejandro.

—Pues no se... Yo siempre puedo, los que no pueden son ellos. —Dyllan se refiere a los demás.

—Si yo también siempre puedo... Bueno, solo los sábados y domingos y con 3 días de anticipación. —Menciona Jessi.

—Si... ¡Es que tú también Alejandro! Avisas de un día para otro y así no se puede. —Dice Jesus enojado.

—De todos modos si les aviso una semana antes, salen con que no pueden. —Se defiende Alejandro.

—Pero tu también. —Luis trata de aportar su punto. —Debes entender que...

—Pues a ver, ya mensos. —Magali interrumpe. —¿Qué tal este sábado?, Yo no tengo nada que hacer, estaría bien.

—Yo si puedo. —Alejandro es el primero en confirmo.

Dyllan y Jessi asienten en señal de que si pueden.

Fany lo piensa. —Pues, creo que a mi mamá la invitaron a un bautizo, pero me conviene, así le digo que salgo con ustedes y no voy.

—Después de este viaje, veo difícil que a mí me den permiso, pero haré lo posible. —Promete Ángela.

—Ustedes ya saben que yo no puedo el sábado. —Jesus cruza sus brazos.

—¡Ay Jesús!. —Todos se quejan.

—No, no es cierto. —Rie. —Pues, yo creo que si puedo darme un espacio, igual, les confirmo por el grupo.

—Ya está, entonces... Hasta el otro Sábado. —Alejandro es el primero en despedirse de todos pues su madre ya está afuera esperándolo.

Siente una mezcla de tristeza y felicidad.

Por fin pudo verlos a todos, pero siempre que está con ellos, el tiempo aumenta su velocidad al triple.

Aún así, confía y sabe que si los verá el sábado que viene.

Baja del camión, justo en frente ve el coche de su mamá y camina hacia el.

Cuando ya llegó, lo abre y lo primero que escucha es su voz.

—Como te fue mi vida. —Se ve muy feliz de verlo nuevamente.

—¡Bien!. —La saluda con un beso en el cachete y un abrazo. —Estuvo muy padre todo.

Alejandro entonces, recuerda su incidente con el objeto y los guardias.

—Que bueno hijo que te divertiste. —Su madre enciende el auto y arranca directo a casa.

—Si... Me divertí mucho...

—¿Y cuéntame, que hiciste o que te pareció mejor?. —Pregunta su madre curiosa.

Alejandro se queda atrapado en el recuerdo de la sensación de miedo y nervio.

—Alejandro.

El no responde.

—Hijo. —Su madre toca su brazo y por fin despierta de su pequeño transe.

—¿Ah...?

—Que que hiciste o que te pareció mejor...

—Ah... —Alejandro intenta recordar otras cosas del viaje. —Bueno, las pirámides son una experiencia única... Incluso... ¿Como explicarlo?... Como que sientes que estás en otra época y luego ¡Fuimos de noche!, Se veían las estrellas muy padre con las luces adornadas como si fueran antorchas. Pero también estuvieron chidos los momentos en el motel. 

—Ya me imagino. —Su madre espera paciente a qué de la luz verde. —Ustedes están relocos.

—¡Si!. —Rie Alejandro por recordar. —Hubo un momento de Jesús trato de aventarse en una plataforma por qué, para esto, ¡Había una alberca! Y...

Alejandro, de regreso a casa se aseguró de contarle todos los detalles a su mamá, se le escuchaba bastante feliz y emocionado al hablar.

Cuando llegan a su casa, Alejandro toma su mochila, sus demás cosas y abre la puerta para salir.

—Dulce hogar. —Suspira.

—Hijo. —Le habla su madre. —Desde que me saludaste se me olvidó decirte... se te cayó como una tapita cuando me abrazarte, recogela por qué si no, se te va a olvidar

—¿Una tapita?. —Alejandro se extraña.

Checa su botella, pero todo está en orden.

—Mi botella está tapada má. —Le avisa antes de que logré abrir la puerta.

—Pues yo no sé, pero se te cayó algo y será mejor que lo levantes antes de que tu papá lo encuentre y lo tiré. —Finalmente la abre y entra sin olvidar dejar entrecerrado para que su hijo vuelva a entrar.

—Ora... —Alejandro piensa en lo que podría ser. —Por que no creo que...

Alejandro desorientado y algo asustado, saca el celular de sus bolsos y activa el flash para ver buscar aquello que su mamá le decía.

Busca y busca, pero no encuentra nada.

Voltea al rincón del coche más obvio y alumbra.

—Me lleva la chingada.

_____

En cuestión a distancias del punto de reunión, Fany era la que vivía más lejos, por lo que ella seguía en camino a su casa mientras la mayoría ya había llegado a la suya.

Después de haberle contado sus aventuras a su padre pues el fue por ella, ahora solo veía su celular, más específicamente las fotos que se había tomado con todos sus amigos.

—Gran viaje. —Piensa mientras bosteza.

Cree que una vez llegando a su casa, lo única que hará es dirigirse a su cama y dormir.

Es entonces cuando una burbuja de chat de Messenger le llega.

La foto de perfil es muy clara.

Se trata de Alejandro.

Y gracias a la barra de notificación y a la misma burbuja, los mensajes son muy claros.

"Weyyyyyy, fanyyyyyyy, me van a jalar las patas"

Debido a la rapidez, causa que el celular de Fany se trabe.

—Esta chingadera. —Fany se molesta al tener que esperar.

Cuando se destraba, Alejandro ya mando una foto, inmediatamente abre la burbuja de chat y es inevitable para Fany llevarse las manos a la boca por su sorpresa.

Alejandro en la foto muestra el objeto que tanto les dio problema en Chichen Itzá.

Defensores: El Secreto Del LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora