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Kim TaeHyung.

Mi mirada no se apartaba del ataúd que ya iba en descenso. Mis manos estaban sumamente frías y a pesar de no sentir las gotas de lluvia tocar mi rostro o cuerpo, igualmente sentía algo húmedo recorrer toda mi piel.

Jin estaba detrás mío, sosteniendo el paraguas desde hace más de medio hora y creo que no pude tener mejor novio que él.

Mis lágrimas dejaron de caer y cuando la tierra comenzó a cubrir el ataúd de mi madre me sentí libre. Libre en todos los sentidos. Yo la amaba, pero solo en estos momentos me sentía bien consigo mismo. En estos instantes puedo vivir sin miedo y sin mentira alguna merodeando mi pasado e interfiriendo en mi presente.

-- Vámonos. -- Musité luego de ver que mi madre ya se encontraba bien.

Siempre dicen que al morir puede ser el descanso eterno que más disfruta un ser humano, pues yo creía firmemente aquellas palabras. Creía fervientemente que mi madre se encontraba en un descanso eterno, que estaba seguro. Disfrutaría.

Jin y yo tomamos el autobús y él, en ningún momento soltó mi mano.

Llegamos a casa y a pesar de que él quiso hablar del tema, yo lo evité. No quería hablar de la llamada que recibí hace una semana atrás, del cuerpo que tuve que identificar, mucho menos de lo mal que me sentí al afirmar que aquella mujer que había muerto de un paro cardíaco era efectivamente mi madre. No quería.

Ha transcurrido mucho tiempo desde que vivo con Jin, ya vamos a cumplir seis meses de noviazgo y algo de cinco meses y medio de convivir. Las cosas no siempre son buenas, pero no me arrepiento de tenerlo a mi lado, de sentir como sus brazos se aferran a mi cintura en estos momentos, mientras mi mirada no está clavada en él, sino en la ventana mojada por las gotas de lluvia... esa lluvia que al parecer no piensa detenerse en toda la tarde.

Mamá murió por la soledad, por el dolor de no tener nuevamente entre sus brazos a mi hermano y creo que una de las mayores razones fue por haber perdido a otro de sus hijos, es decir, haberme perdido a mí.

-- ¿Lo seguirás buscando? -- Las palabras de Jin me sorprendieron, pero pensé mucho antes de decir algo.

-- Yo... No.

Jin se aferró con más fuerza a mi cintura y sentí mi espalda contra su pecho.

-- Lo siento tanto, mi amor... -- Susurró.

-- Yo también.

Le di la cara una vez me sentí bien y sonreí, él también lo hizo, mostrando esos dientes de conejo. No tardé besarlo y él correspondió.






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