Capítulo 6

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Para su buena suerte todos habían vuelto a clases y los guardias almorzaban a esa hora, por lo cual la salida estaba libre, sin decirse nada ni mirarse salieron sabiendo que estaba mal pero lo único que pensaba Paulo en ese momento era en poder sacar a Abigail.

El estaba tomando un refresco cuando la vió a ella llorando mientras Alexander la obligaba a besarla, de ninguna forma iba a permitir que la dañaran, ya nisiquiera le importaba que todos se den cuenta de quién era él en realidad, la persona que más amaba estaba en peligro y no iba a quedarse de brazos cruzados, por lo que agarró una botella que estaba tirada y se la tiró sin importarle nada.

Aún agarrados de la mano llegaron al parque que estaba a la vuelta de la escuela.
Ambos tomaron asiento en una de las bancas aún sin decir nada, solo se podían escuchar los sollozos de Abigail, y por más que lo evitara esta vez Paulo la estaba viendo mal.

- ¿Estás bien? - preguntó mirándola de reojo

- Si, gracias - contestó secándose cautelosamente las lágrimas que tenía

- ¿Te hizo algo? - volvió a preguntar y ella sólo negó con la cabeza

- Hemos escapado de clases, mejor volvemos - se paró y Paulo hizo lo mismo

- Tenés que contarle a la directora sobre esto para que lo expulsen -.

- No voy a decir nada, y más te vale que vos tampoco digas algo de lo que haz visto - dijo sabiendo que si ella hablaba se tendría a las consecuencias y si Paulo lo hacía era peor, él pagaría por hablar.

- Abigail intentó tocarte - comentó con molestia - tenés que decirle a alguien para que haga algo - añadió mirándola

- ¿Y porqué vos no decís nada cuándo te insultan o te golpean? - preguntó esperando una respuesta, la cuál no obtuvo - por lo mismo yo tampoco hablo, deberías entenderlo muy bien - suspiró

Paulo quería entenderla, pero no podía, él no hablaba porque simplemente era él, alguien insignificante para la escuela por lo que nunca le creerían, aparte no quería armar un quilombo por algo que sentía cómo castigo por lo que había hecho, no le quedaba de otra, más que soportar todo lo que se le presentara. Pero Abigail no era así, y lo que ella hablara claramente le creerían porque lamentablemente la sociedad sólo atendía a quién les pareciera igua que ellos.

- Sos muy diferente amí - dijo más tranquilo

- Nunca entenderás - susurró para sí misma - tengo que irme - se encogió de hombros mientras caminaba hacía un bar.

Siempre había escuchado que beber quitaba el dolor, y aunque siempre le había parecido una gran estupidez, ahora no le importaba nada, porque para su suerte la gente por dinero vende cualquier porquería.

Paulo se quedó sin saber que hacer, pensando en todo lo ocurrido y porqué Abigail no quería decir lo que realmente había pasado. Él por más que quisiera hablar sabía que ella se molestaría y no quería que pasara, porque el alejarse de ella no estaba en uno de sus planes.

Caminó por dónde la había visto irse. Había decidido ir tras Abigail porque sabía perfectamente que aveces podía llegar a hacer cualquier cosa cuándo se sentía mal o estaba en un estado de ánimo dónde nadie podría convencerla de algo.

- Abigail - la llamó mientras veía que estaba tomando una botella de fernet, recostada en una pared de algún bar de paso

- ¿Que querés? - preguntó con los ojos llorosos

- ¿Porque mierda haces eso? - se acercó a ella arrebatandole la botella de la mano

- ¿Que querés? - volvió a preguntar mientras se ponía de pie 

- Quiero que vayas a tu casa y pienses en lo que estás haciendo - dijo, pero cuándo estaba por comentar algo más sintió cómo lo abrazaba con fuerza mientras lloraba en su hombro, y sin dudarlo dos veces la acogió entre sus brazos

- Perdoname - se separó de él quedando muy cerca de sus labios

Se miraron tratando de contestarse algo razonable, pero ambos sabían que no era un buen momento, y que sólo se necesitaban el uno al otro. En cuestión de segundos se besaron cómo si fuera una última vez, sin importar las personas que pasaran por su alrededor, mucho menos lo que había pasado porque sería inútil tomar en cuenta una meirda cuándo sólo se quería estar bien a lado de la persona que se ama.

Ya al separarse Abigail decidió ir a su casa mientras Paulo fué a una cancha de básquet, y no necesariamente para jugar, si no que ese lugar era de sus favoritos para poder pensar.

Cuándo llegó tomo asiento en las gradas pensando en cómo todo había cambiado para él desde apenas hace tres días. Antes sólo la veía mientras ella nisiquiera tomaba atención a sus acciones, ahora ambos se sentían confundidos, sin saber que hacer o decirse cada vez que estaban cerca.

- Chabón ¿jugás? - escuchó una voz que llamó su atención, y al levantar la mirada se encontró con tres chicos parados enfrente suyo

- ¿Wacho pensás en una piba? - preguntó otro en broma

- Hola - contestó bajando de las gradas con una sonrisa notable - si juego - contestó, era lo que nesecitaba al final de todo

- Muy bien, me llamo Eduardo, el pibe de aquí es Emiliano y el de tu lado es Joaco -.

Los tres se saludaron, y pasaron una buena tarde jugando algo que los ayudaba a despejarse. Para él era raro juntarse con personas que no conocía, pero las veces que lo hacía acababa encontrando amistades, tanto buenas cómo otras malas.

Por su parte, Abigail estaba confundida sin saber que mierda era lo que sentía por Paulo, lo que menos quería en estos momentos era enamorarse de alguien, y mucho menos de él, porqué sabía que nunca se fijaría en su persona. Por lo mismo no entendia porque la besaba, o porqué ella hacía lo mismo, era algo patético para su criterio.

Tenía mil preguntas sin respuestas, y eran una de las cosas que más odiaba, pero no podía hacer nada con ello.

Antisocial | Paulo Londra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora