Capítulo 32

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- ¿A dónde vas? - preguntó Piero entrando a la casa de Paulo mientras veía que guardaba vestimenta en dos maletas

- Regreso a Buenos Aires - contestó sin darle mayor importancia

- ¿Porqué? - volvió a preguntar tomando asiento en uno de los muebles

- Por qué ya sabe la verdad - se encogió de hombros cerrando una de las maletas

Habían pasado dos semanas, y durante ese tiempo no tuvo novedad alguna sobre Abigail, aunque tampoco tendría por qué tenerla después de lo que había pasado.

Al final todo volvía a ser cómo antes, cada uno había vuelto a tomar caminos por separado sin tener que preocuparse por el otro. No podía volver a cometer un error tan estúpido cómo ese. ¿Qué era lo que pensaba hacer cuándo decidió acercarse fingiendo ser alguien diferente a lo que era? Si tenía en cuenta que tarde o temprano se enteraría de todo, pero aún así hizo caso omiso a la razón, ocasionando por segunda vez dolor a la persona que amaba. Su única opción era salir de la cuidad, así no recordaba nada, o al menos trataría de olvidar; aunque sus recuerdos eran su peor tormento y sabía que nuevamente no lo dejarían tranquilo por más que lo deseara.

- ¿Qué te dijo?.

- Nada - se limitó a decir haciendo una breve pausa - sólo dijo lo que ya sabía - comentó tomando asiento a la par de su amigo

- Deberías decirle la verdad -.

- ¿Vos crees que ahora quiere escucharme? -  preguntó con ironía - en tres horas sale mi vuelo Piero - suspiró cambiando de tema

- Aquí lo tenés todo Paulo - comentó serio - tu familia está acá boludo, también tus estudios - dijo sirviendo fernet en dos vasos - no podés irte sin decir nada -.

- Cuándo llegue llamaré a mi familia - bebió de su vaso - dejé la escuela hace dos semanas, no te preocupes por mí, estaré bien.

Abigail escuchaba la conversación que sostenían sus padres con ella, pero no prestaba atención a ninguna palabra que decían, por que su cuerpo estaba en la sala de su casa, mientras su mente y su alma seguían a lado de Paulo sin importar dónde esté. Aunque fuera estúpido, parecía que en las semanas que pasaron ese amor que sentía crecía cada vez más sin nisiquiera tener la necesidad de tenerlo cerca, cosa que le hacía daño y abría recuerdos, que si no fuera por la hipocresía, serían los mejores de su vida.

- ¿Está bien? - preguntó su madre levantándose del asiento

- Si - sonrió levemente esperando que no hubiera cuestionario alguno sobre el tema del que hablaban

- Nos llamás si nesecitás algo - posó su mano sobre el hombro de Abigail

- Claro - la miró extrañada, ya que no sabía a dónde se dirigían, pero no podía preguntar por qué sería notable su desinterés en lo hablado - adiós -.

- Chau hija - habló su padre mientras salía junto a su esposa

Subió a su habitación para poder descansar un momento, pero antes de hacerlo escuchó el timbre sonar repetidamente. Supuso que eran sus padres quienes se habían olvidado de alguna cosa. Bajó con prisa y abrió la puerta encontrándose con Flavia parada enfrente suyo  con los ojos completamente rojos, de llanto, eso era seguro.

- ¿Podemos hablar? -.

- Pasa - contestó cerrando la puerta, para luego dirigirse al mueble - ¿querés algo? - preguntó tomando asiento junto a ella

- Alexander sufrió un accidente - comentó ignorando la pregunta de Abigail - y no sobrevivió - sollozó dejándola confundida por completo

Sintió pena, no por Alexander, si no por Flavia. Por qué sabía que lo amaba, aunque él nunca le hubiera correspondido el sentimiento. Tal vez era una desgracia, pero sin embargo el miedo que tenía hace bastante tiempo había desaparecido, porque ahora sabía que no podría volver a hacerle daño.

El dolor ajeno era triste, y aún más cuándo se trataba de quién alguna vez le había ofrecido una amistad pura. Nunca la había visto de esa manera, por que su rostro reflejaba sufrimiento, y no pudo evitar recordar a Paulo.

- Lo lamento por vos - dijo con la mirada baja

- De todas formas no venía a hablar sobre ese tema - negó suspirando - quería disculparme con vos -.

- No te molestes posta - sonrió levemente pasando una de sus manos por su cabello sin nada más que decirle

- También con Paulo - agregó haciendo caso omiso a lo anterior dicho por Abigail - pero no tiene caso que hable con él - se encogió de hombros

- ¿Porqué me lo decís ahora? - preguntó incómoda al escucharla hablar sobre él

- Me iré a Mendoza - contestó - pero sólo serán unos días, vos sabes que aún no acaban las clases - se encogió de hombros cambiando de actitud

- Entiendo - asintió

Ambas se quedaron en un rotundo silencio por más de cinco minutos, eran muchos temas de los cuáles tenían que hablar, pero la mayoría no tenían cómo iniciarse, y lo más seguro sería que tampoco tuvieran un buen desenlace. Mucho menos ahora que Flavia estaba en un estado de ánimo muy bajo, sería inútil, por que con la pérdida de la persona amada, ella no tenía ningún derecho para "fastidiarla" con conversaciones, tal vez innecesarias.

- Tengo que irme - dijo mientras se levantaba de su asiento

- Claro - contestó caminando a la par de ella, dirigiéndose hacia la puerta de su casa

- Cuándo regrese, espero encontrarte -.

- No tengo a dónde ir - rió junto a Flavia mientras se despedían con un beso en la mejilla

- Tal vez te encuentre en la casa de Paulo - comentó entre la risa que sostenían

- No lo creo - susurró dándole poca importancia al comentario

Cerró la puerta y se recostó en el mueble dónde antes había estado, pero esta vez pensando en que tal vez nunca más volvería a saber de Paulo. No era fácil amar y no sentir preocupación, por que lo único que se quiere es que esa persona esté bien, sin importar el daño que pudo haber hecho, era inevitable quitar esa sensación que sentía tan profundamente en su pecho.

Escuchó el timbre por segunda vez. Se levantó y caminó para abrir la puerta nuevamente, pero esta vez con la menor importancia, quizás sus padres habían regresado, o Flavia quería hablar sobre otro tema, pero no era ninguna de sus dos opciones.

- Hola -.

- Hola Abigail - saludó cortésmente

- ¿Quién sos? - preguntó extrañada sin despegar su mirada de quién le hablaba

- Me llamo Piero - contestó extendiendo su mano - soy amigo de Paulo -.

Antisocial | Paulo Londra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora