Michelle Heyman

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—No podemos seguir así, Jen —me dijo Michelle.

La miré sorprendida.

Había venido de un entrenamiento, se había sentado y me ha dicho eso.

—¿Qué? ¿Quieres cortar? ¿Por qué?

—Siento que esta relación no tiene sentido. No hacemos nada juntas, no nos hemos dado ningún beso desde hace meses y ni hablar del sexo.

Y esa fue la última vez que supe de ella.

Lo próximo que hice después de eso fue irme de esa casa con lágrimas en los ojos y terminando viviendo con mis padres, aunque ahora vivo sola.

Conseguí alquilarme un apartamento en Melbourne, lejos de ella, y comenzando una nueva vida.

En los primeros meses, estuve encerrada en casa, llorando por la relación.

Yo la quería, mucho. Había pasado mis mejores momentos juntos a ella. Nos cuidábamos. No me había dado cuenta de que habíamos perdido la llama.

Fui muy estúpida.

Al pasar como seis meses, conseguí trabajo en una revista deportiva de Australia. Mi trabajo era en el fútbol femenino, tenía que entrevistar en la sala de prensa a los entrenadores y capitanas.

Logré nuevos amigos y nuevas amigas al salir de fiesta.

Pasaron dos años y puedo decir que había una nueva yo en el mundo. Había conseguido recuperarme de la ruptura, había tenido algunos rollos con algunas personas y sí, estaba bien.

Noté un golpe en mi hombre. Miré a mi derecha y sonreí.

—¿En qué piensas? —me dijo Jonas, mi mejor amigo.

—En estos dos años, en lo que he hecho.

—Sí, has dejado la cama y dejado de llorar. Te noto más fuerte y más segura de ti misma que antes.

Sonreí, chocando mi vaso con el suyo.

—Gracias.

—Vamos a bailar.

Nos aproximamos a nuestro grupo de amigos y comenzamos a bailar.

La música se oía por todo el club. Sonaba una canción para poder bailar moviendo las caderas.

Estuvimos en ese club hasta las dos y media. Salimos del club mientras reíamos.

Nuestro grupo estaba formado por cinco personas: Jonas, Natalie, Richard, Gabrielle y yo.

Richard, Gabrielle y Natalie iban borrachos y Jonas y yo, no.

Jonas y yo nos reíamos por las estupideces que decían.

Nos quedamos al lado de la entrada para ver qué hacíamos.

De pronto, una mujer rubia, que se me hacía conocida, pasó por nuestro lado. Ella giró su cabeza hacia mi dirección.

Era ella. Michelle.

Se quedó parada, mirándome, al igual que yo. Yo estaba congelada en mi sitio.

—Hola —hablé, acercándome a ella.

Ella sonrió.

—Hola. ¿Cómo has estado todos estos años?

—Bien. Todo bien. Vivo aquí. Mi vida ha mejorado.

—Me alegro —murmuró ¿triste?

—¿Cómo te va a ti? ¿Sigues jugando en el Canberra?

One Shots 2 [CERRADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora