10. Nuevas Navidades

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Anne

Eran las 8:00 de la mañana, y tenía que coger el tren que me llevaría a casa salía a las 9:30, tenía tiempo de sobra. Me preparé una tostada con mermelada y me dirigí al sofá para desayunar. En la casa había un silencio sepulcral, y una oscuridad intensa invadía la habitación, solamente los pequeños rayos de luz que traspasaban por la ventana la iluminaban.

De pronto una puerta de la casa se abrió y pude oír como unos lentos pasos recorrían el pasillo hasta llegar hacia mi. Sabía de quién se trataban, y en efecto no me equivoqué. Sus cabellos castaños estaban desordenados y con un pequeño matiz de ondulación. Sus ojos tenían un brillo intenso, y su sonrisa reflejaba unos sentimientos que nunca había visto en él.

-Buenos días -dije en un tono dulce.

-Buenos días.

-Parece que tendré tregua de ti durante unas semanas-dije con un tono burlón.

-Eso parece-puso una media sonrisa

-Bueno, ¿dónde pasaras las navidades?

-En mi pueblo, con mis abuelos.

-¿Y tus padres?

Su sonrisa desapareció y un brillo triste invadió sus ojos.

-Ellos...murieron en un accidente de coche.

-Lo siento muchísimo...no lo sabía, si lo hubiera sabido no hubiera...

-No te preocupes, era pequeño.

-Mi padre también murió cuando era pequeña...

-Lo siento...

-No, no te preocupes, fue hace mucho tiempo.

-¿Te importa que me siente?

-No, siéntate.

Me heché a un lado para hacer hueco y en su cara volvió el instinto pillo de siempre.

-Que no muerdo eh.

-No estaría tan segura-dije siguiéndole el rollo.

-Mierda, me ha pillado.

Me reí levemente.

-Ahora enserio, tengo algo muy importante que contarte.

-¿El qué?

-Puede que me odies después de esto, puede que ni si quiera quieras verme pero no puedo aguantar más.

La curiosidad me estaba matando, pero de pronto una notificación llegó a mi móvil.

-¡Oh no!

-¿Que pasa?

-Han adelantado la hora del tren, ¡llego tarde!

-Per...

-Lo siento me parece que eso tan importante tendrá que esperar.

De pronto resopló y dijo:

-Eso parece.

-Adiós.

-Adiós-dijo con pesar.

Cogí la maleta y salí pitando a la estación, por suerte llegué justo a tiempo. Me senté en uno de los asientos y me puse los cascos para escuchar música, de camino pensé en ¿qué sería lo que quería contarme?, ¿por qué tenía tanta prisa en contármelo?.

El tren se paro en mi estación, automáticamente cogí la maleta y salí del tren ágilmente. Nada más salir una fresca brisa de aire fresco me envolvió el cuerpo. Por fin respiraba un aire puro, no como el de la ciudad, que poco a poco nos vamos contaminando, y nadie hace nada.

Busque a mi madre entre la gente y a los segundos la localicé. La saludé con un cálido abrazo. A los minutos me di cuenta que no estábamos las dos solas. Un hombre de blanca piel y ojos cafés me miraba con una cálida sonrisa, sus cabellos castaños estaban ordenados y se le notaba el nerviosismo en su cara.

-Anne te presentó a Steve, mi...

-Tu que mamá...-dije levantando una ceja.

Los rubores de mi madre se encendieron y yo me reí de sus desgracias.

-Encantada, soy Lauren.

-Encantado, mi nombre es Steve.

Le pegué dos besos y los tres juntos nos dirigimos al que para nada era el coche de mi madre, era un coche blanco, moderno y muy nuevo, se veía el lujo nada más mirarlo. Al entrar se olía un rico aroma a pino y a limón nos pusimos el cinturón y conducimos hacia mi casa que aún seguía sin estar decorada.

Por fin volvía a casa, la echaba tanto de menos. Una vez que salí del coche observé que todo seguía totalmente igual, excepto que todo estaba nevado, apuesto que de esta mañana, hacía un poco de frío, pero nada del otro mundo. Mi madre abrió la puerta y entre revoleada al sofá y me tiré en modo bomba, es una cosa que suelo hacer habitualmente, menos mal que Steve no estaba mirando porque se hubiera ido espantado de lo loca que estoy.

Me senté rápidamente y Steve entró y me dijo:

-No es que me moleste, pero no querías coger tu maleta para tener al menos tu ropa.

-Ups, perdón se me ha olvidado.

Corrí hacia el coche y subí la maleta, la subí a mi cuarto y empecé a organizar el armario, cuando termine me tumbe en mi cama para ver si podía descansar algo, pero nada más cerrar los ojos me llamó mi madre, típico de ella.

-¡Anne, baja un momento porfavor!

-¡Voy!-me levanté de la cama y baje de dos en dos las escaleras, me aproxime a la cocina, lugar donde encontré a mi madre.

-¿Para que me necesitas?

-Pues mira, tu tío nos regalo todos estos tomates ayer, y son demasiados, he pensado que podrías regalarle unos cuantos a la vecina de al lado.

-¿Por qué no vas tú?

-Porque ya sabes que la vecina habla por lo codos y no tengo ganas de llevarme tres horas allí para darle unos simples tomates, tengo demasiadas cosas que hacer, además así hablas un poco con Zack, antes erais muy amigos.

Por ese mismo motivo no quería ir, Zack y yo éramos mejores amigos desde siempre, pero cuando teníamos doce años él me confesó que no era solo amistad lo que sentía por mi, no sé porque eso hizo que me alejara de él, quizá no estará preparada para el amor tan joven, no lo veo desde entonces, él tenía los cabellos dorados cuando era pequeño, era bastante enclenque y sus ojos eran tan claros que a veces parecían canicas azules.

Cogí la bolsa de tomates que me dió mi madre y avance hacia la puerta de salida, estaba tan nerviosa, era bastante extraño, hacia bastante tiempo que quería retomar el contacto con él pero no sabía cómo hacerlo, y ahora le voy a llevar una bolsa de tomates, increíble.

Caminé hacia los pocos pasos que separaban nuestras casas y con el pulso a mil toque el timbre. La casa parecía distinta a cuando yo solía venir a jugar en ella, tenía un tono más moderno. Espere varios minutos hasta que una voz juvenil pero masculina dijo:

-¡Ya voy!

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De nuevo, perdón por la ausencia, ya sí que prometo que estaré más activo y alomejor tendréis una nueva sorpresa 🌝. Un abrazo 🤗 y un beso 😘 de vuestro autor❤️ y como siempre, nos vemos en el próximo capítulo.🙃❤️

100 MANERAS DE QUERERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora