3.

237 27 0
                                    

3.

—Nira Galdós Medina —exclama la mujer con la bata blanca y me levanto con todos los ojos de los presentes sobre mí.

Brian me sigue y se queda al lado de la puerta mientras entro en la consulta. La doctora cierra tras de sí y me sonríe.

—¿Cómo se encuentra, señora Galdós? —pregunta educadamente y dejo mi bolso sobre mi regazo.

—Muy bien.

—Quería preguntarle algo por simple curiosidad —murmura y se sienta en su silla antes de mirar la pantalla del ordenador. Espero que me haga alguna pregunta típica sobre mi música, pero me equivoco cuando dice —: ¿Se ha hecho esta analítica por algo en particular? Alguna molestia o parecido.

—No, no, simplemente me gusta hacerme una cada año para saber que todo va sobre ruedas —respondo, aliviada porque se ciña a su trabajo—. ¿Por qué? ¿Han encontrado algo raro?

De repente mi corazón se acelera y no quiero pensar que haya ido mal.

—No, al contrario, está como una rosa —asegura la doctora con una sonrisa leve y desliza un papel por la mesa hasta ponerlo enfrente de mí.

Me explica con claridad que los niveles de colesterol están perfectos, al igual que el de azúcar y demás. Pero luego me mira de forma extraña y trago saliva.

—Mi pregunta inicial se refería a que hemos encontrado algo...

—Me ha dicho que todo está bien —exclamo, arrugando la frente y apretando el bolso.

—Y es así, pero supongo que no lo sabe y quiero ser lo más cuidadosa posible. En su historial veo que está tomando pastillas anticonceptivas...

—Sí —susurro con un hilo de voz.

—Señora Galdós, ¿cuándo tuvo su última menstruación?

—Hará... ¿tres semanas? No lo sé con exactitud, he dado algunos conciertos por California y he estado algo ocupada —contesto con confusión y la doctora cabecea, apoyando los codos sobre la mesa.

—Quiero dejarle claro que puede seguir haciéndolo en su estado, pero debe tener cuidado por si...

Dejo de escucharla por unos segundos, ensimismada en el movimiento de su boca, y sus palabras son silenciadas por los latidos alocados de mi corazón inundando mis oídos.

—Espere, espere, ¿qué estado? —la interrumpo cuando me recompongo y coloco una mano sobre la mesa.

—Usted está embarazada. Y por lo que muestra la analítica, lo está de dos semanas.

—Pero tomo la pastilla —profiero, sintiendo que el color desaparece de mi rostro, y ella aprieta los labios.

—Supongo que estuvo advertida por el médico que se las recetó; las pastillas anticonceptivas solo protegen un noventa y nueve por ciento de los casos —contesta con tranquilidad y abro la boca—. Sé que es una noticia inesperada, pero también alegre ¿verdad?

—Yo...

La doctora me observa con atención durante unos segundos antes de asentir lentamente. Se levanta y abre un archivero, de dónde saca algo que no logro ver. Se sienta y deja la tarjeta delante de mí.

—También debo suponer que si se toma la pastilla es para evitar una situación como esta, así que no debe olvidar que tiene otra opción —apunta, dándole golpecitos con el dedo a la tarjeta, y la cojo con mano temblorosa. Leo el nombre de una clínica, pero mi mente está tan congestionada que no entiendo nada—. Le recomiendo que se lo piense. Sé que ahora está confundida y no sé si ha sido una buena noticia para usted, pero no olvide que es un paso que debe dar siempre y cuando usted quiera y desee.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora