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El primer destino de la gira benéfica es Nueva York y me alegro de enterarme de que mis amigas y casi toda mi familia me pueden acompañar.

Arthur debe quedarse en la discográfica.

Nos despedimos como solo nosotros sabemos, aunque en el aeropuerto casi no nos soltamos y estoy a punto de perder el avión.

Me siento entre Brian y Félix, que tiene al lado a Ben, la nueva incorporación de la discográfica. El mexicano ha querido representarlo porque ve que tiene mucho talento, pero le falla la confianza en sí mismo.

Cantó por primera vez en el último concierto que di en California y, por lo que pude escuchar, lo hace muy bien, pero aún se tiene que acostumbrar a los escenarios.

El muchacho es de España, concretamente de Granada, y conectamos desde el primer momento por la tenue distancia que hay entre nuestros hogares de infancia. Tiene veinticuatro años y solo le queda su madre, pues su padre falleció cuando era adolescente.

Su voz es peculiar, rasposa y profunda, la cual, si supiera controlar y utilizar con más seguridad, transmitiría muchísimas cosas. Félix me ha pedido que lo guíe en esta nueva y gigante experiencia que viviremos estos tres meses y estoy convencida de que puedo conseguir que se quite esos miedos que le atenazan.

Los demás artistas que nos acompañarán son variados. Los españoles, con los que me hace muchísima ilusión trabajar, son Malú, Pablo Alborán y Alejandro Sanz. Luego hay latinos, como Carlos Rivera, Tommy Torres y Luis Fonsi. También estarán Shawn Mendes, Sam Smith y dos bandas de K-Pop de Corea.

Freddie está a mi lado durante las dos horas que Gail me maquilla y peina y, sorprendentemente, mantiene su boca cerrada. Le he advertido que no le falte más el respeto a la estilista y creo que la sonrisa de esta me indica lo agradecida y tranquila que se encuentra sin las críticas del cubano.

Luego me pongo el vestido que han elegido para mí y me miro durante unos segundos en el espejo, observando lo ajustado que me queda.

Cuando la barriga me empiece a crecer tendré que pedir que me pongan ropa más suelta. Y no sé cuándo comienza a hacerlo.

Le pido a Freddie que me dé mi móvil y se despide con el motivo de que tiene que hablar con Félix. Busco entre los mensajes que intercambio con Arthur hasta que encuentro el que quiero escuchar.

Cojo aire y me llevo el aparato a la oreja.

Quiero que escuches este audio antes de entrar a un escenario para que no te olvides que, aunque no sea físicamente, siempre estaré a tu lado. No sabes lo orgulloso que estoy de ti por participar en un proyecto tan altruista como este y solo consigues que te ame más de lo que ya lo hago. Y me queda aún más claro la suerte que tengo de ser tu marido. Te amo, reina. Ve y cómetelos con papas.

Sonrío y bloqueo el móvil. Luego suspiro y contengo las lágrimas.

Después de la pequeña encerrona que nos hizo mi madre, he estado muy pensativa sobre si debería torcer el brazo para no dañar a Arthur. Pero cuando cogí el teléfono para llamar a la clínica después de unir los pedazos de la tarjeta que yo misma rompí, colgué cuando me lo cogieron.

Es superior a mí, esa resistencia a no hacerlo. Y eso me ha hecho tener muchísimas pesadillas sobre un bebé muerto entre mis brazos.

Me lo imaginé cuando Arthur perdió a su hija, me imaginé la situación que tuvo que sufrir, y me dolió. Pero esto es diferente; ahora el bebé está dentro de mí y es muy distinto.

Así que conseguí una cita con un ginecólogo privado que me tranquilizó al decirme que, por la analítica que me había hecho recientemente, podía continuar con el embarazo sin ninguna preocupación. Me recomendó que encontrara la manera de visitar a una matrona cuando cumpla el mes de gestación para que me pese y me diga la fecha sobre la que podría dar a luz.

Me siento tan culpable cuando me lleno de ilusión al escuchar todas las palabras del hombre. Pero es que no puedo evitar sentir un poco de emoción por la nueva experiencia que estoy viviendo.

Y me encantaría muchísimo poder compartirla con Arthur, mi marido que no quiere oír hablar de niños. Porque lo hemos decidido así.

También siento rabia por eso último. Él nunca me ha preguntado lo que quiero, aunque tampoco creo que lo haya pensado.

Supongo que tendré que joderme hasta que pasen estos tres meses y me vea obligada a contárselo. Es algo que me encantaría no hacer porque tengo muchísimo miedo a su reacción, pero también sé que es imposible ocultárselo.

A veces pienso en que me abraza cuando se entera, y llora de felicidad mientras me besa con amor. Es lo único que deseo.

Pero por cómo respondió la pregunta de mi madre creo que va a ser todo lo contrario. No sé hasta qué punto, pero espero que nuestro amor sea lo bastante fuerte como para superar cualquier cosa.

Ya lo hemos hecho antes ¿no?

Mi móvil tintinea cuando estoy caminando junto a Brian hacia el escenario y contengo el aliento al pensar que puede ser Arthur.

Ha pasado mucho tiempo, pero te estoy observando y no veo el momento de volver a encontrarnos.

Miro al guardaespaldas y le enseño el mensaje. Este cuadra la mandíbula y sacude la cabeza.

—Tienes que llamarla —indica y asiento lentamente.

—Lo haré cuando acabe el concierto.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora