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Después de estar tres días más en el hospital, la doctora me permite salir, pero me ordena que esté en completo reposo hasta el parto.

No puedo viajar, así que no puedo ir a San Diego, pero me quedaré en la casa que Félix nos regaló a Arthur y a mí.

Lupe decide quedarse conmigo, ya que he obligado a mamá a volver a Estados Unidos para que siga preparándose para la gira de Navidad, y es Mike quien nos acerca a la vivienda.

—Toda la familia quería venir para recibirte, pero la doctora nos recomendó que te diéramos tranquilidad estos primeros días —dice el muchacho cuando aparca en el camino de entrada y las enormes cancelas se cierran.

—No pasa nada, yo estoy tranquila —aseguro con una sonrisa divertida y abro la puerta para bajarme.

—¡Espera, espera! —grita y se apea rápidamente para correr a ayudarme.

—Mike, sé caminar.

—Lo sé, pero no está de más un poco de ayuda. Abuela, deja eso, yo vendré a buscarlas cuando deje a Nira en la cama —exclama, pero vemos que la mujer hace oídos sordos y agarra dos maletas. Mike pone los ojos en blanco y llegamos a la puerta principal.

Abro y veo que la casa ha sido abierta hace poco. Huele a café e intuyo que Arthur ha estado quedándose aquí estos días.

No he sabido nada de él desde que lo eché de la habitación.

Miento. Sí que he sabido de él, pues me han dicho que ha estado en todo momento en la sala de espera del hospital, pero no lo he vuelto a ver.

Y es mejor así. Estoy histérica por casi perder al bebé y todo me pone nerviosa. Mi cuerpo está tenso, mi mente alerta y estoy con la lágrima en el ojo todo el rato.

La doctora se ha dado cuenta de que mi ánimo no es el adecuado para el estado en el que estoy, así que ha mandado a un psicólogo a mi habitación durante estos tres días.

No me ha dicho nada nuevo; tengo que tranquilizarme, dejar de lado mis problemas hasta que el bebé nazca y el riesgo desaparezca y rodearme de paz y serenidad.

Nada más decirme eso, he pensado en Arthur. Él es mi tranquilidad, siempre lo ha sido. Pero me ha dolido todo lo que ha dicho sobre mi bebé y que viera a Charlotte, así que ahora es mejor que se mantenga alejado de mí.

Voy a enfocarme en mi bebé hasta que este nazca, después ya me encargaré de mi matrimonio.

Subimos las escaleras y caminamos por el pasillo hasta la habitación del fondo, que es el dormitorio principal y el que Arthur y yo compartimos.

Nada más entrar, veo su maleta abierta sobre la cama y aprieto la mano de Mike después de detenerme.

—Vayamos a otra habitación —le pido, pero él sacude la cabeza.

—No, Arthur me ha dicho que te quedes aquí, que es la habitación más grande y la única que tiene baño privado —comunica y trago saliva. Miro la maleta abierta y oigo su suspiro—. Él se irá a otra habitación.

Inhalo y mantengo el aire un rato antes de soltarlo lentamente. Doy un paso al interior y Mike mordisquea su labio. Me acuesto en la cama y encojo mis piernas a un lado para ver cómo el muchacho cierra la maleta de su hermano y la deja al lado del armario.

—Voy a ayudar a mi abuela... —indica señalando el pasillo y asiento.

Humedezco mis labios cuando me quedo sola y observo la habitación como si fuera la primera vez: la televisión colgada enfrente de la cama, la cómoda llena de nuestras fotos, su bata en la puerta del baño y los anillos sobre mi mesita de noche.

Espera, eso no estaba antes.

Cuando los cojo, me doy cuenta de que se tratan del anillo de compromiso y la alianza de boda que le devolví antes de ir a mi cita con Alfredo Visconti.

La garganta se me cierra tanto que no puedo respirar durante unos segundos, los ojos se me aguan y los aprieto en mi puño antes de volver a dejarlos donde estaban.

Me sobresalto cuando Mike aparece cargando mis dos maletas con Lupe detrás y, aunque insisto para que no lo haga, la mujer las deshace.

El chico Díaz se despide de mí con un beso en la frente y pidiéndome que lo llame si pasa algo. Lupe lo acompaña a la puerta después de casi obligarme que descanse un poco y cierra después de marcharse.

La verdad es que estoy algo cansada.

Me recuesto sobre las almohadas y cierro los ojos. Suspiro y el aroma de Arthur me golpea de improvisto. Arrastro su almohada hasta mi pecho, hundiendo mi nariz en el algodón frio, y lloro en silencio mientras me imagino que está aquí.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora