13.

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13.

¿Te dispararán ellos o yo?

¡Suelte el arma y a la chica y entréguese pacíficamente!

¿Crees que vas a sobrevivir, muñeca?

El disparo resuena y me despierto sobresaltada sobre una cama.

Miro alrededor con miedo y buscando al hombre que puso una pistola en mi cabeza. Una mano suave se apoya en mi brazo y giro mi cabeza como un resorte para ver a la doctora.

—Señora Galdós, tranquilícese. Está en un hospital y...

—¡El bebé! —exclamo llevándome las manos a la barriga y la muchacha asiente.

—Está bien, señora, relájese. No está en condiciones de ponerse nerviosa —murmura y me acuesta sobre las almohadas—. Muy bien, ¿recuerda lo que pasó antes de desmayarse?

—Estaba en la habitación con mi guardaespaldas y una mujer... —Las imágenes pasan por mi mente a la velocidad de la luz y tengo que cerrar los ojos para dejar de temblar.

—Bien, ¿y qué sintió?

—Me mareé.

—¿Y algo más? —pregunta, abro los ojos y niego con la cabeza.

Siento que mi ojo derecho está hinchado y algo cerrado, pero veo con claridad la vía inyectada en mi antebrazo y unas correas que me rodean el estómago.

—Muy bien, señora, todo está muy bien, pero ha habido un problema.

—¿Qué? ¿Qué problema? —profiero y ella me observa con tranquilidad.

—Sufrió una caída aparatosa y la placenta se le ha desprendido ligeramente —informa y abro desorbitadamente mis ojos. Ella coloca una mano en mi brazo y sonríe levemente—. Todo va bien, el bebé no está sufriendo porque es un desprendimiento de grado uno, aunque sigue siendo una situación grave —indica y trago saliva.

—¿Entonces? ¿Lo perderé?

—No, no hay por qué si mantiene un reposo absoluto y un estado de ánimo relajado —responde y apunta algo en su portapapeles—. Se quedará esta noche aquí por precaución, pero si empieza a sangrar mucho o siente un dolor fuerte en la parte baja de la tripa, debe regresar ¿de acuerdo?

Asiento y escucho todas sus indicaciones. Cuando sale de la habitación, suelto un suspiro tembloroso y acaricio mi vientre.

—Casi te pierdo, cielo —murmuro y cierro los ojos.

Me sobresalto cuando la puerta se vuelve a abrir y sonrío levemente pensando que es la doctora otra vez, pero los ojos color miel de Arthur Díaz me saludan y borro cualquier gesto de mi rostro.

—Reina, por Dios... —susurra acercándose rápidamente a la cama y coge delicadamente mi mano.

Contiene el aliento cuando la aparto lentamente y miro al otro lado.

—Lárgate —musito y me muerdo el interior de mi mejilla cuando mi cuerpo quiere lanzarse sobre él para que sus brazos cálidos me rodeen.

—¿Qué? —Exhala sin aliento—. ¿De qué estás hablando, Nira?

—Que te largues —repito lentamente, enfatizando cada sílaba—. No te quiero ver, no quiero que estés aquí. Vete.

—¡No! —vocifera y siento que se apoya en el colchón—. Reina, ¿qué te pasa?

Hago mis manos puños y noto el dolor en el lado derecho de mi rostro cuando cuadro la mandíbula.

—Quiero que te vayas de esta puta habitación, quiero que te alejes de mí y de este bebé que no quieres. Vete, no sé ni me importa adonde o con quien, pero lárgate de una maldita vez —profiero entre dientes y mis ojos se llenan de lágrimas—. Estoy harta de que me hagas daño, eres un cobarde y un egoísta de mierda. Me dejaste una semana entera sin saber de ti después de decirme que me dejarías si no me deshacía de este bebé y cuando vienes a México lo primero que haces es quedar con Charlotte. Estás todo el jodido tiempo huyendo, pero ya estoy harta de seguirte.

—¿Qué quieres decir con que siempre huyó? —musita a media voz.

—Huiste de tu padre a Lanzarote cuando te quiso nombrar director y al final mira lo que eres. Huiste de mí para que Charlotte no me hiciera daño y me lo hizo igualmente —escupo y giro mi cabeza hacia él. Mi pecho se hunde, mi corazón se acelera y mi piel arde por rozar la suya—. Huiste de la muerte de tu primer hijo y estás huyendo de la vida del segundo. ¡Ni siquiera fuiste capaz de recoger el cuarto que le habías preparado! Tuviste que llamar a tus hermanos para que lo hicieran por ti. —Mi ataque le hace daño y, aunque esa no es mi intención, ya no puedo parar—. Estás huyendo de la mujer que te ha amado con la maldita pureza del primer amor. Pero te voy a hacer un favor. Para que dejes de hacerlo te voy a librar del peso de tener que seguir huyendo. No lo hagas más, porque ya no tienes nada de lo que huir.

—Nira, no hagas esto —suplica y saca de su bolsillo los anillos que le entregué—. Te amo más de lo que nunca he amado o amaré a nadie.

—¿Eso es lo que pensabas cuando me dijiste con asco que no ibas a seguir conmigo si continuaba con el embarazo? —recrimino con acidez y las lágrimas finalmente saltan de mis ojos—. Por una maldita vez en tu vida, cumple una promesa y lárgate, porque este embarazo va a seguir.

Giro de nuevo la cabeza hacia la ventana y trago saliva mientras las lágrimas no se detienen.

—Reina, por favor... —ruega y lo oigo sollozar. Sus codos se apoyan en el colchón y noto la calidez de su piel—. No quiero estar sin ti, no me hagas esto. Lo de Charlotte te lo puedo explicar, pero te pido perdón por todo lo que te dije en España. —Su voz sale entrecortada y repleta de tristeza, arrepentimiento y angustia, y aunque mi corazón me pida a gritos que detenga su dolor, tengo que ser fuerte y demostrarle lo mucho que he sufrido yo—. Quería hablar anoche contigo de eso, de que soy un hijo de puta por haberte dicho aquello. Soy un cabrón por haberte hecho daño de nuevo cuando te prometí que te haría la mujer más feliz del mundo. Soy un gilipollas por no darme cuenta de que mis miedos se estaban agrandando al no haberlos superado. Pero, por favor, mi mayor miedo es perderte y no soportaría hacerlo.

Cierro los ojos y me quiero morir en ese maldito momento.

—Cuando perdí a mi niña, pensé que no iba a superarlo nunca...

—Vete —lo interrumpo negando con la cabeza y aprieto los dientes—. No pretendas venir después de seis años de silencio a desahogarte en un día, porque no estoy de humor. ¡Casi pierdo a mi bebé hoy, Arthur! ¡Me pusieron una puta pistola en la cabeza! —La información nueva lo deja paralizado y sus ojos color miel me observan con asombro—. ¿Crees que tienes problemas? ¡Mi marido me ha alejado de él dándome una patada por el simple hecho de estar esperando un hijo suyo! ¡El hombre que me intentó violar hace ocho años lo intentó otra vez anoche! ¡Casi me mata! Y me acaban de decir que por poco pierdo lo único que me ha mantenido fuerte todos estos meses. Así que no, Arthur, no tengo ganas de oírte. Y no te lo voy a pedir más, vete de esta puta habitación y aléjate de mí.

Me giro levemente hacia el lado contrario y lloro en silencio. Minutos después, escucho la puerta y me sobresalto.

Nunca pensé que sentiría rechazo hacia Arthur. Y lo peor es que también siento necesidad.

Estoy confundida, pero algo tengo claro: no me va a hacer más daño, no si yo se lo permito. Y no se lo voy a permitir nunca más.

Cuando la puerta vuelve a abrirse, me giro para decirle otra vez que no lo quiero ver, pero suspiro de alivio cuando Lupe me sonríe con cariño.

—Preciosa —exclama y sus manos rugosas agarran mis mejillas.

—Lupe —susurro y sollozo entre sus brazos mientras ella me acaricia el pelo y me hace ruidos tranquilizadores.

—Todo irá bien, Nira, ya verás que todo irá bien.

—¿Has hablado con mi madre? —pregunto y ella asiente contra mi cabeza.

—Félix y mi hija están ahora mismo en la finca esperando que el avión llegue para ir a buscarla al aeropuerto. Santiago, Gabriela y mis nietos están aquí, aunque Arthur se ha ido muy descompuesto, por eso he decidido entrar. ¿Quieres contarme qué ha pasado?

Niego con la cabeza y la mujer suspira.

—Descansa, te avisaré cuando llegue tu mamá.

Entre sus caricias suaves, sus ruiditos bajos y el aroma a tierra que posee, es difícil no caer directamente en los brazos de Morfeo. 

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora