20.

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20.

Me despierto con los ojos hinchados y dos horas de sueño en el cuerpo. Pero el sol ha salido y decido levantarme para ducharme y comenzar el día.

Escojo una camisa blanca de manga corta, un peto vaquero premamá y unas zapatillas blancas que no puedo abrocharme porque me duele cuando me agacho.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras para buscar a mamá y a Lupe. Las encuentro en la cocina junto a Arthur, que está mirando el café que contiene su taza mientras mamá acaricia el dorso de su mano.

—Buenos días —exclamo desviando mi mirada de él y Lupe se acerca.

—¿Qué haces aquí debajo? Me hubieras avisado y te hubiera llevado el desayuno a la cama.

—Estoy harta de esa habitación. Hoy me quedaré en el sofá —determino y dejo que me guíe a una de las sillas de la mesa del comedor.

Malote se me acerca contento y lo acaricio distraídamente mientras la mujer me prepara el desayuno.

Dos sillas son las que nos separan y me pregunto si ha visto la llamada perdida que le hice en la madrugada.

Lupe me trae un vaso largo de zumo natural de naranja y dos tostadas con jamón cocido y queso blanco fresco.

—¿Cómo has dormido? —pregunta mamá levantándose para sentarse a mi lado y me encojo de hombros mientras le doy el primer sorbo a mi vaso.

—Como siempre —susurro y ella recorre mis facciones con sus ojos.

—Noté que te movías mucho, ¿te estuvo doliendo? —Con su pregunta, Arthur levanta al fin la cabeza y clava sus ojazos color miel en mí.

¿Lo vas a dejar?

—Un poco —contesto, de repente nerviosa, y casi me atraganto con el resto de la pulpa—, pero nada alarmante.

—Eso es normal, el bebé está creciendo y en tu estado lo notarás más que otras personas —murmura Lupe dándonos la espalda porque está fregando lo que pienso que es la vajilla que han utilizado mamá y Arthur para desayunar.

Asiento y me termino la comida escuchando la conversación de mamá y Lupe sobre algunas novedades del país. Sacudo las migas de mis dedos y me levanto para llevar el plato y el vaso al fregadero.

Lupe se adelanta con cara de preocupación y termina de llevarlo ella mientras me ordena que vuelva a sentarme.

—Después de lo de ayer debes estar tranquila, mija, no queremos que le ocurra nada al bebé ni a ti.

—Tranquila —mascullo con una media sonrisa y me vuelvo a acomodar en la silla.

Me aparto el pelo húmedo del cuello y jugueteo con mis dedos sobre la mesa, intentando que mis ojos no viajen hacia Arthur.

—Me he olvidado el móvil, voy a buscarlo —susurro levantándome de nuevo y mamá se ofrece para ir a por él, pero la detengo.

Tengo que alejarme de esta atmósfera tan tensa. No me está doliendo ni estoy nerviosa, pero mi cabeza no deja de dar vueltas y necesito coger algo de aire puro.

Me dirijo a la habitación y cojo el teléfono de la mesilla de noche. Cuando me giro, suelto un grito y el estómago se me contrae levemente de dolor.

—Lo siento, no quería asustarte —se disculpa con ese acento tan suave y junto mis labios, sacudiendo la cabeza. Nos miramos y decide traspasar el umbral de la puerta para entrar—. ¿Te importa que la cierre?

Niego con la cabeza e inhalo lentamente para intentar calmar mi pulso acelerado.

Estoy en una habitación a solas con mi marido.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora