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Dos días después...

—Dime que no han montado una fiesta allá abajo —le digo a Arthur mientras me ayuda a anudarme los cordones de mis zapatillas y se ríe.

—No puedo decírtelo.

—Pero ¿por qué les ha dado ahora a todos por ocultarme eso?

—Tampoco puedo decírtelo —murmura y se yergue, acercándose a mí con una sonrisa magnífica—. Lo único que puedes hacer es disfrutarlo, reina.

Hago una mueca y le coloco bien el cuello de su camisa blanca de botones.

—Bueno, vale, me mantendré callada como una niña buena. —Me rindo y suelta una carcajada al mismo tiempo que rodea mi enorme cuerpo con sus brazos fuertes.

—Eres de todo menos una niña buena, reina.

Le hago regañinas y él se inclina para plantar un pequeño pero sabroso beso en mi boca.

Me acompaña de la mano hasta la planta de abajo y veo muchos globos de diferentes colores, y eso que solo es el pasillo.

Al llegar al salón, ahogo un grito de sorpresa y la gente se levanta al verme.

—¡Queda inaugurado el gran y fabuloso baby shower de Nira y Arthur! —exclama Gina con su copa llena de zumo y una gran sonrisa en la boca y todos aplauden.

La habitación está decorada con distintos colores: globos, banderines, pompones y farolillos cuelgan por todas partes, bandejas llenas de dulces variados y una montaña de regalos en el centro de la habitación.

—Se han pasado —cuchicheo solo para Arthur y él desliza una mano por mi espalda.

—Niña buena ¿recuerdas?

Le pongo los ojos en blanco antes de caminar al sofá, donde tenemos nuestros sitios guardados, y Gina se vuelve a sentar en el suelo junto a Guaci.

Me encanta tenerlos a todos aquí: Evolet, los hermanos de Arthur, papá, Fran, las chicas, Freddie, Lupe y Brian, que ha regresado de San Diego después de terminar uno de sus trabajos con otro famoso.

Me dan una copa de zumo y creamos una conversación divertida y amena en la que participamos todos. Me doy cuenta de que Gina le contesta a Freddie sin el tonito despectivo de siempre y sé que lo está haciendo por mí.

Cuando nos empiezan a dar los regalos, Mike reclama ser el primero y nos acerca una caja enorme que tiene que terminar de abrir Arthur.

Se trata de una cuna de color blanco y mi corazón se vuelve loco de emoción al verla.

—Por Dios, Mike, muchísimas gracias —exclamo y rodeo sus hombros con mis brazos cuando se agacha para abrazarme—. Es preciosa.

—Y mi futuro sobrino o sobrina dormirá como un rey o reina en ella —añade con orgullo y me río, asintiendo.

—Y que sepas que eso de mantener en secreto el sexo del bebé nos ha complicado mucho las cosas en cuanto a elegir la decoración de esta fiesta —replica Freddie y le guiño un ojo.

—Mi bebé no necesita orientarse por ningún color. Además, les ha quedado muy alegre con tantos —espeto y Arthur sonríe a mi lado.

—A mí también me parece bien que no me lo diga —apunta y lo miro con los ojos entrecerrados.

—¡Casi sobornaste a la doctora para que te lo dijera!

—Fue un momento de flaqueza —señala y sacudo la cabeza sin poder evitar reírme.

—Sigamos con los regalos —indica Guaci y me da uno de tamaño mediano.

Lo abro y dentro de la caja hay cuatro peleles de diferentes colores y modelos. Los ojos se me llenan de lágrimas y miro a Arthur, que tiene los labios apretados por la emoción.

Estamos bonitos.

Continúo recibiendo regalos y agradeciendo por cada uno de ellos. Ya tengo peleles para cinco años, zapatos enanos y preciosos, pañales a punta pala, un par de chupetes, dos pares de biberones, una bañera y hasta un carrito que me vale para distintos años.

Entiendo que no se hayan arriesgado a comprar otro tipo de ropa, pero igualmente me parece que todo lo que me han dado es demasiado.

Arthur se encarga de subirlo todo cuando todos se marchan, excepto las chicas, que me miran con picardía cuando ven que estamos solas.

—Tenemos otro regalo, pero esta vez es para la madre —dice Guaci y le hace un gesto a Gina, que se levanta para sacar de su bolso una caja mediana.

—Fuimos expresamente a comprarlo para ti —añade cuando me lo da y frunzo el ceño.

—No me digan que es un sacaleches —profiero, haciéndolas reír, y niegan con la cabeza al unísono.

—Ábrelo y lo sabrás —dice Guaci y eso es lo que hago.

Alzo las cejas al ver el nombre de la tienda en la caja y Gina me apremia con la mano para que la abra. Me río entre dientes cuando veo el interior y saco el camisón cogiéndolo por las finas asillas.

Es azul marino con encaje blanco en los bordes y es corto. Viene acompañado de una bata y ropa interior de encaje del mismo color.

—Chicas... —Suspiro y sacudo la cabeza, riéndome con más ganas—. No sé por qué me regalan esto.

—Bueno, tú y Arthur han tenido problemas y puedes utilizarlo en la reconciliación, si es que hay solo una —explica Gina encogiéndose de hombros y acaricio la tela distraídamente.

—¡Que viene, guárdalo! —profiere Guaci y no sé por qué, pero le hago caso y escondo la caja detrás de mí justo cuando aparece Arthur.

—¿Por qué noto que están haciendo cosas malas? –pregunta dejándose caer a mi lado y agacho la cabeza, escondiendo mis mejillas ruborizadas mientras le doy un sorbo a mi copa.

—Solo hablábamos de nuestras cosas —replica Gina y Arthur la mira con una ceja alzada antes de desviar sus ojos a mí.

—No sé si eso me tranquiliza.

Me río sin poder evitarlo y le pongo una mano en el muslo, apretándoselo y escuchando a Guaci cambiar de tema de conversación con una rapidez e inteligencia increíbles.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora