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Veintiséis semanas de embarazo...

Me río mientras mamá me da besos por toda la cara.

—Mamá, tranquila —exclamo y acaricio sus manos—. Estaremos bien hasta que regreses.

—¿Segura?

—La cuidaremos mejor que a una reina —asegura Arthur y mis mejillas se colorean cuando sus ojos color miel me observan.

—¿Ves? Venga, el avión te espera y no quiero que lo pierdas. —La apremio y le doy un beso en la mejilla después de recibir el suyo en mi frente.

—Cuídate, por favor, y si pasa algo...

—Te avisaré la primera —concluyó con tono de fastidio y la rodeo fuertemente con mis brazos. Su risa me acelera el corazón y se separa mirando mi barriga.

—Y este pequeñín o pequeñina que no deja de moverse. —Canturrea y se agacha apoyando sus manos en sus rodillas, le da un beso a mi vientre y sonrío con cariño.

—Es inquieto como su madre —reprende con cariño Arthur y ruedo los ojos.

—Estoy harta de estar todo el día en la maldita cama y no pasa nada por bajar al sofá —me defiendo y la sonrisa de él me pone los pelos de punta.

Le conté el motivo de la visita de Charlotte, pero no le dije nada sobre el entierro de su hija ni que lo sé. ¿Por qué no fue?

Me acuerdo de que esos días estaba en mi casa, pero no recuerdo que enviara nada. No abrió la boca para decirme que había pagado el funeral de su propia hija.

He querido dejar eso para después del parto; la lista se va alargando y sé que él también tiene sus cosas apuntadas. No hemos hablado de lo que pasó con Alfredo Visconti.

—Eloísa, ya se nos está haciendo tarde —protesta Félix entrando en la habitación y me sonríe con ternura cuando se acerca cojeando con los brazos abiertos—. Bikina, cada día estás más hermosa que el anterior.

—Gracias —susurro devolviéndole el abrazo y le doy un beso en la mejilla antes de apartarme—. Sé que es innecesario decírtelo, pero cuida de mamá ¿vale?

—Siempre —asegura, mirándola, y mi madre entorna los ojos.

Nos despedimos definitivamente en la puerta principal y Arthur la cierra lentamente mientras yo me giro para caminar hacia el salón junto a Malote.

—¿Qué quieres hacer? —pregunta cuando me siento y me encojo de hombros, esbozando una sonrisa avergonzada.

—Se me han acabado las ideas para no aburrirme —admito y él se acerca con precaución.

Tiene puesta una camisa blanca de manga corta y cuello de pico, un chándal gris que le cae de la entrepierna y está descalzo a pesar del frío que está comenzando a hacer.

Mordisqueo mi labio cuando se deja caer a mi lado y apoyo la cabeza en mi mano, observándolo. Se quita una pelusa de la camisa y veo que sus mejillas se colorean de rosa.

—Podemos... ¿Quieres ver una peli? —pregunta aún sin mirarme y alzo una ceja, sonriendo con sorna.

—¿Cuál?

—La que sea —exclama sacudiendo las manos y sonríe con entusiasmo—. Podemos hacer una noche de cine con palomitas, mantas y chuches.

—¿Qué te parece la nueva esa del tiburón gigante? —sugiero y él asiente, pero después gira rápidamente la cabeza y veo que sus ojos están muy abiertos.

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora