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Quiero que escuches este audio antes de entrar a un escenario para que no te olvides que, aunque no sea físicamente, siempre estaré a tu lado. No sabes lo orgulloso que estoy de ti por participar en un proyecto tan altruista como este y solo consigues que te ame más de lo que ya lo hago. Y me queda aún más claro la suerte que tengo de ser tu marido. Te amo, reina. Ve y cómetelos con papas.

Separo el móvil de mi oreja justo cuando el taxista se detiene frente a un hotel enorme y lujoso. Rápidamente, un muchacho vestido de forma elegante me abre la puerta y me ayuda a salir.

—Buenas noches, señorita, ¿trae equipaje con usted? —pregunta educadamente y niego con la cabeza.

—Vengo a visitar a un amigo —respondo y él asiente rápidamente, extendiendo la mano para que camine primero.

Recorro el camino de entrada mirando todo mi alrededor y entro en el vestíbulo después de que el muchacho me desee una buena velada y se quede fuera.

Cojo una temblorosa bocanada de aire y me dirijo al mostrador de recepción cuando un hombre altísimo y musculoso me detiene.

—Señora Galdós —exclama en español con acento ruso y mi cuerpo se hiela.

—¿Usted...me ha citado aquí? —pregunto retrocediendo un paso y mirando la puerta.

—No, pero el señor Visconti la espera —informa cogiendo levemente mi brazo y me zafo de su agarre con premura.

—¿Quién es? ¿Dónde está?

—Señora Galdós, no llame la atención de todo el mundo o... —Alza el móvil a la altura de mis ojos y ahogo un quejido al ver una foto de Arthur junto a su padre en la zona Vip del auditorio donde acabo de terminar de cantar.

¡Estaban allí!

—Vale, pero no me toque —replico y el hombre me observa con diversión cuando señala el ascensor con un gesto de su mano.

Lo miro desconfiadamente cuando comienzo a caminar y aprieto las asas de mi bolso con nerviosismo. Cuando las puertas del ascensor se cierran y estamos solos, el hombre me pide que le dé cualquier dispositivo electrónico que haya traído y lo hago sin oponer resistencia.

¿Quién es ese tal Visconti? ¿Y de qué me conoce? ¿Qué quiere de mí?

Llegamos a la planta más alta, donde solo se encuentra la Suite Royal, y salimos al pasillo. Mi respiración se entrecorta cuando veo esperándonos a cuatro tíos más de la misma envergadura que mi acompañante y uno me llama la atención.

¿Lo conozco?

Intento recordar si lo vi en la zona Vip desde donde le sacaron la foto a Arthur y Félix, pero no consigo ubicarlo por culpa de mis nervios.

—El señor Visconti se alegrará mucho de que haya decidido venir, pues odia hacerle daño a la gente —dice uno de ellos cuando apoya su mano en el picaporte de la puerta.

La bilis asciende por mi esófago y me obligo a tragármela de vuelta. Traspaso el umbral y me sobresalto cuando se cierra a mi espalda.

La habitación es inmensa, pero no hay paredes que separen las distintas partes, con excepción de lo que supongo que es el baño. La cama es gigante y está sobre una plataforma a la que se llega subiendo un escalón. El salón es amplio y lujoso, al igual que el comedor.

De la puerta que identifico como el servicio, sale un hombre de mediana edad y mi espalda golpea la puerta detrás de mí cuando retrocedo con brusquedad.

—Eh, chica —es lo primero que dice con una sonrisa torcida y mis ojos se llenan de lágrimas.

—No...no puede ser —susurro e intento abrir la puerta, pero el picaporte no se mueve y gruño, golpeando con la palma de mi mano—. ¡Sáquenme de aquí, por favor! ¡Ayuda, ayuda!

Enamorada de ti (NTEDM 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora