Prólogo

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(Liam)

Con solo 18 años estoy aquí, sentado en una silla de hospital, esperando a convertime en padre. Sí, lo sé, padre... a mí también me suena muy fuerte. Os preguntaréis que cómo he hecho tal barbaridad, que por qué no tomamos protección, que voy a arruinar mi juventud... ¿Y sabéis qué? Que tenéis razón, o eso pensaba yo hace 9 meses cuando Irene me dijo que estaba embarazada. Durante este tiempo he estado reflexionando sobre el cambio que van a sufrir nuestras vidas a partir de ahora y estoy preparado, no abandonaré a Irene por nada del mundo porque igual que es su hija, será la mía... si es lo que tiene que pasar, que pase.

-¿Familiares de Irene Cox? - dijo un médico saliendo de la habitación de Irene

-Yo - dijo su padre, mi "suegro", levántandose de la silla como si tuviese un muelle en el trasero. Yo le imité.

-Su hija va a dar a luz ya, ¿alguien quiere entrar? - dijo el doctor.

-Entra tú - dijo el padre de Irene mirándome.

-¿De verdad? - cuestioné.

-Sí, entrarás ahí siendo un niño y saldrás siendo un hombre. - me dijo.

Seguí al doctor hacia el paritorio, me dio una bata, un gorro, una mascarilla y unas zapatillas especiales, me las puse y entré.

-Hola, pequeña, ¿cómo estás? - dije agarrando su mano. Estaba sudando mucho, totalmente despeinada y se notaba en su cara que estaba sufriendo pero aún así, era la mujer más hermosa que mis ojos habían visto.

-Mal, Liam, no puedo, no puedo hacerlo. - me dijo apretando mi mano.

-Sí, cariño, claro que puedes.

-No, Liam, me duele mucho...

-Bueno Irene, prepárate para empujar. - dijo el doctor colocándose en la parte delantera de Irene. - ¿Lista? - Ella negó.

-Venga pequeña, estoy aquí contigo, no te dejaré nunca. -dije apretando us mano para darle ánimos.

-A la de una, a la de dos y a la de... ¡tres! ¡Empuja! - dijo el dotor.

-AAAAAAAAAAHHHHH - Gritaba Irene

-Muy bien Irene, lo estás haciendo muy bien. Venga, otra vez. - Irene empezó a empujar de nuevo. - Venga un poquito más, un poquito más. -Tras un último chillido de Irene, pudimos oír el llanto del bebé. Había nacido, no me lo puedo creer, soy padre.

-¿Has visto Irene? ¡Somos padres! - Le dije entusiasmado. Ella estaba totalmente tumbada sobre la camilla y no hacía ningún gesto. - Irene... ¿Irene? - Me estaba temiendo lo peor y el cardiógrafo me dio la razón, ese temido pitido empezó a retumbar por toda la sala y su mano se resbalaba de la mía. -¡NOOOO, IRENEEEE! -Gritaba mientras los médicos me alejaban de ella. - ¡NO ME DEJES!

-Por favor, tiene que salir. - me dijo una enfermera.

Entre unos cuantos médicos consiguieron sacarme del paritorio, a través de la ventanilla podía ver como intentaban reanimar a Irene sin éxito. Después de un rato luchando contra la muerte, los médicos se rindieron. Yo no podía oír nada, pero con lo que veía me era suficiente, taparon su cuerpo con una manta blanca y una enfermera, al ver que yo estaba asomado a la ventana del paritorio, me miró y negó con la cabeza. Las piernas me flojeaban, no era capaz de manteberme en pie y me arrastré hasta el suelo para echarme a llorar. Una enfermera abrió la puerta del paritorio y me invitó a entrar para despedirme de ella, dentro no quedaba nadie. Me acerqué a Irene y tomé su fría mano.

-Irene... prometí no abandonarte nunca... y ahora eres tú la que me ha abandonado. Eres toda una luchadora y siempre te recordaré como tal. Tú nunca habrás muerto para mí porque... una persona solo muere cuando es olvidada... y yo no te olvidaré nunca... tengo muchos motivos para no hacerlo. - No pude aguantar más y comencé a llorar sobre su pecho inmóvil.

Salí del paritorio y me dieron a mi hija, la cogí en brazos, era la viva imagen de su madre. Salí a la sala de espera donde los familiares y amigos esperaban impacientes, cuando todos me vieron se acercaron a mí a ver a la pequeña que sostenía entre mis brazos.

-Oh, Liam, ¿por qué lloras? - Dijo mi madre al ver una lágrima caer por mi mejilla.

-¿Y mi hija? - preguntó la madre de Irene. Mis lágrimas se hicieron más abudantes. -¿Liam? Respóndeme... - Ella ya se temía la respuesta y sin que yo tuviese que abrir la boca, lo confirmó. La madre de Irene comenzó a llorar desconsoladamente...

Toda esta escena me ayudó a darme cuenta de que mi juventud había llegado hasta aquí, que mis planes de futuro debían cambiar por completo pero que no me importaba... porque una vida dependía de mí.

Entré en el paritorio como un niño... he salido como un hombre.

Cegado por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora